Alberto Núñez Feijóo

Hacer oposición fuera del Congreso

Se puede suponer, como consecuencia, que el éxito no depende tanto del acta de diputado, sino de la capacidad para elegir bien el mensaje y tomar las decisiones adecuadas en el momento oportuno

Hoy se cumple un acto más de la liturgia democrática, siempre que se produce un relevo al frente de alguno de los partidos fundamentales del sistema: Felipe VI recibirá en el Palacio de la Zarzuela al nuevo presidente del PP. Alberto Núñez Feijóo se presentará ante el jefe del Estado después de alcanzar el liderazgo de su partido mediante aclamación. Esa fórmula casi unánime supone un respaldo de primer orden. Pero, por ese mismo motivo, deposita en Feijóo toda la carga de la responsabilidad para gestionar su labor de oposición. Y eso no es fácil.

Quizá el nuevo líder popular tenga ya en la cabeza los límites en los que pretende ejecutar su trabajo de control al Gobierno. Y se puede suponer que, igual que ha acometido un profundo cambio de personas en la dirección del partido, así realizará también retoques fácilmente visibles en su forma de ejercer la oposición. Precisamente eso, la forma, ya aporta la primera peculiaridad, porque Feijóo no dispone de escaño en el Congreso. Y no sería igual de efectivo que fuera senador por la vía autonómica, aunque algo es algo.

Este problema lo tuvo Pedro Sánchez la segunda vez que alcanzó la secretaría general del PSOE. Para entonces, el ahora presidente había renunciado a su escaño en 2016 para no acatar la orden de su partido de abstenerse («no es no», ¿recuerdan?) con el objetivo de facilitar la investidura de Rajoy y evitar, así, una tercera repetición de las elecciones. Sánchez solo pudo volver al Congreso cuando su partido presentó una moción de censura, sin previsión de ganarla. Pero ganó. Años antes, en los 80, el entonces presidente del PP Antonio Hernández Mancha también alcanzó el liderazgo de la oposición sin disponer de escaño en el Congreso (sí lo tuvo en el Senado). Nunca triunfó.

Por tanto, hay precedentes en las dos direcciones: hacer oposición fuera del Congreso y ganar, y hacer oposición fuera del Congreso y perder. Se puede suponer, como consecuencia, que el éxito no depende tanto del acta de diputado, sino de la capacidad para elegir bien el mensaje y tomar las decisiones adecuadas en el momento oportuno.