Opinión
Tras la consagración de Rusia
Hace casi un mes de la consagración que el Papa Francisco hizo de Rusia (y Ucrania), en directa relación con las revelaciones de Fátima en 1917 y años posteriores. Dichas apariciones vinculan a Rusia con el comunismo y la guerra, y piden como remedio frente a esas amenazas –y para conseguir la paz– la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María «por parte del Papa, en comunión con todos los obispos del mundo».
Con carácter inmediato se deseaba evitar la que sería la Segunda Guerra Mundial, pero la negligencia en atender el pedido del Cielo solo consiguió «acortar la guerra» a partir de 1942, cuando Pío XII efectuó la primera aunque muy limitada consagración. Sería san Juan Pablo II quien en 1984 hiciera la más completa –aunque sin verbalizar a Rusia– provocando la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS sin violencia alguna, acontecimiento ahora calificado por Putin como «la mayor catástrofe del siglo XX».
Tras esos sucesos y frente a quienes opinaban que el tercer secreto se refería al pasado siglo, Benedicto XVI en su visita a Fátima el 13 mayo de 2010, declaró que «se equivocan quienes creían que la dimensión profética de Fátima ha terminado». La última afirmación de la Virgen es clave para discernir correctamente lo que puede suceder como directa consecuencia de lo efectuado por Francisco el pasado 25 de marzo: «Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará; el Papa me consagrará Rusia –que se convertirá– y le será dado al mundo un tiempo de paz».
Ya comentamos que esa «conversión» de Rusia vinculada a ese Triunfo debe ser el final del cisma entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, que data de 1054, por lo que conviene seguir con atención lo que sucede actualmente en el campo de la ortodoxia occidental en general y en la rusa en particular. En este ámbito, es muy relevante la conflictividad generada por la situación de Ucrania. Las 15 Iglesias ortodoxas son autocéfalas, considerándose al Patriarca de Constantinopla como un «primum inter pares» –el primero entre iguales–, quien reconoció la autocefalia a la Iglesia de Kiev en 2018, que se había desvinculado de su histórica dependencia del patriarcado de Moscú tras la revolución del Maidán cuatro años antes. La actitud del patriarca moscovita Kiryl pidiendo apoyo a los rusos en su actual guerra ha provocado una ola de solidaridad –Antioquía, Alejandría, Rumanía…–, con Constantinopla y Kiev desvinculándose de él; hecho sin precedentes en la reciente historia. Francisco y Kiryl están preparando un encuentro que, de realizarse, sería histórico a estos efectos.
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