Pedro Sánchez

Dime con quién andas

Parece que a Sánchez le preocupa más recomponer las relaciones con ERC y demás aliados del Gobierno que con los aliados de la Alianza Atlántica

En las últimas reuniones preparatorias de la cumbre de la OTAN en Madrid, que tendrá lugar a finales de junio, algunos aliados importantes han dado la voz de alarma. No se fían nada del actual Gobierno español. Desconfían abiertamente de los ministros comunistas, claramente contrarios a la Alianza y a la actuación de ésta en la crisis ucraniana. Pero también desconfían de los herederos políticos de ETA en el País Vasco y de los separatistas catalanes, a los que el presidente Sánchez acaba de abrir la puerta de los secretos oficiales tras el «caso Pegasus». Los aliados preferirían no compartir secretos con ellos, y más en este momento clave de la organización. No se olvidan, por supuesto, de los contactos de los nacionalistas catalanes, y sus tejemanejes, con Putin, cuyo alcance aún no se ha desvelado del todo.

La discordancia es patente. El presidente Biden, desde el primer momento de su mandato, ha ignorado ostensiblemente a Pedro Sánchez. No ha contado para nada con el dirigente español en el conflicto ucraniano. Ni una llamada telefónica para salvar las apariencias. Ni una invitación para participar en una reunión estratégica. Casi como si no existiera. A ver qué va a pasar ahora en la reunión de Madrid. Parece que a Sánchez le preocupa más recomponer las relaciones con ERC y demás aliados del Gobierno que con los aliados de la Alianza Atlántica. Tendrá que elegir. El hecho de que la cumbre de Madrid se celebre bajo el estruendo de las bombas en un país de Europa, víctima de Moscú, condiciona todas las actuaciones. El resplandor de la guerra embrutece y enloquece al ser humano o ilumina las conciencias. La única victoria de la OTAN consiste en acabar con la guerra; o mejor: prevenirla.

No deja de ser llamativo que en estas circunstancias, con los preparativos de la importante reunión en marcha, los socios del Gobierno, encabezados por ERC y con la complicidad de los ministros podemitas, exijan el cese de la ministra de Defensa por defender enérgicamente la actuación de los servicios secretos españoles en el «caso Pegasus». En realidad, por defender, sin arrugarse, el orden constitucional. Si no fuera por la inminente cumbre atlántica, Pedro Sánchez les habría ofrecido ya la cabeza de Margarita Robles en bandeja de plata. A ver qué pasa después. Para los aliados esta mujer es la principal garantía para acudir a Madrid. En la OTAN se fían más de la ministra Robles que del presidente Sánchez, al que, quién más quién menos, aplican el viejo refrán castellano: Dime con quién andas y te diré quién eres.