Alemania

Al trabajo en carruaje

«Los precios del combustible en Alemania se han disparado desde la invasión rusa de Ucrania»

Cada mañana, Stephanie Kirchner, al igual que millones de alemanes, se levanta y coge el vehículo para trabajar. Vive en la frondosa localidad de Schupbach, cerca de Limburgo y recorre una distancia diaria de unos 7 kilómetros. Cuando la ven pasar, las reacciones son bastante dispares. «Algunos se alegran, me saludan, y avisan a los niños para que se asomen. Otros me insultan, y aceleran para adelantarme. Y es que Kirchner acude a su puesto de trabajo en un carruaje tirado por dos caballos.

Desde que empezó la guerra de Rusia en Ucrania, «los precios del combustible en Alemania se han disparado. He intentado evitar conducir todo lo posible», me cuenta la joven de 33 años usando una aplicación para traducir del alemán al inglés. Reconoce que «no siempre se puede» ir en carroza. Porque «no se puede acomodar el caballo en todas partes, o porque se necesitaría demasiado tiempo».

Amante del mundo ecuestre, explica que en el siglo XIX, los carruajes recorrían más de 100 km al día. Sin embargo, ella no permite «que mis animales troten al sol cuando hace más de 40 grados». Kirchner es profesora de equitación, montó su centro de formación hace ya 11 años. Afortunadamente, vive en una granja, por lo que tiene establos en ambos puntos. De hecho, está convencida de que mucha más gente haría como ella «si tuviera la oportunidad de alojar a su caballo en el trabajo».

Con todo, es consciente del mundo en el que vivimos, agobiados por las fechas de entrega y las prisas. Ella solía tardar unos 10-15 minutos en su todoterreno, ahora, el trayecto le lleva una hora. «La sociedad actual está tan presionada por el tiempo que a muchos les resultaría difícil. Aunque es increíblemente liberador para la mente y el alma». Calcula que al mes se ahorra más de 250 euros en gasolina: «Los caballos son el medio de transporte más natural y ecológico, pero está anticuado. Y la sociedad (actual) está demasiado aferrada a sus costumbres y normas», admite, antes de concluir que sus caballos son felices: «Lo principal es que tengan heno y agua y algo de espacio».