Andalucía

Andalucía y la agonía del socialismo

No hay síntoma más inequívoco que la incapacidad del PSOE para encontrar un líder creíble para semejante contradicción entre lo que fue el socialismo andaluz y lo que es el socialismo sanchista

La larga hegemonía del PSOE en Andalucía se basó en una política que compatibilizaba cambios muy profundos en la economía y la sociedad con el mantenimiento de una continuidad cultural, básicamente conservadora. La reforzaban el cultivo intensivo de un andalucismo más basado en rasgos culturales populares que en los delirios protonacionalistas (aunque estos no dejaran de estar presentes) y en el establecimiento de una red clientelar que propició una corrupción fabulosa. En términos históricos, y aunque es imprescindible no olvidar que la evolución podía haber sido distinta, un cierto inmovilismo fue el pago de la sociedad andaluza por no quedar descolgada, como el Sur de Italia, del desarrollo del resto de España.

El modelo, pensado para durar mucho tiempo, no podía ser eterno y los signos de agotamiento aparecieron con las elecciones de 2018, que propiciaron el primer relevo en la Junta desde 1979. El planteamiento político del nuevo grupo gobernante no era, en el fondo, demasiado distinto al del anterior gobierno socialista. Con la corrupción fuera, claro está –un cambio más que notable–, y una gestión de los recursos más actual, e incluso un poco más liberal, que ha introducido mayor flexibilidad. Como siempre que se aplican políticas liberalizadoras en España, los resultados son buenos, como demuestra la consistente caída de la escandalosa cifra de desempleo.

Este panorama pudo propiciar, en algún momento, la ilusión de que en Andalucía podía estar fraguando una renovación del clásico bipartidismo. No ha sido así, por la irrupción de dos factores nuevos, imprevistos hace muy pocos años. Uno es la radicalización hacia la ultraizquierda del socialismo. El otro es la aparición de un partido nuevo. En cuanto al primer factor, el efecto está siendo deletéreo, al entrar en contradicción con casi todo lo que los socialistas habían propiciado durante sus largas décadas de gobierno. Con una política que consiste por lo fundamental en una batalla cultural y propagandística en contra de la Corona, la nación española, la familia, las costumbres y en demasiados casos el puro y simple sentido común, estaban garantizados el desapego e incluso la irritación de buena parte de su electorado andaluz. No hay síntoma más inequívoco que la incapacidad del PSOE para encontrar un líder creíble para semejante contradicción entre lo que fue el socialismo andaluz y lo que es el socialismo sanchista.

La irrupción de VOX responde por su parte, y en contra de lo que se suele escuchar, a una modernización de la sociedad andaluza, que pide ahora una nueva actitud ante lo que ya no es natural, ni obvio, como era el consenso cultural fundamentalmente socialista que ha prevalecido y en buena medida sigue prevaleciendo en Andalucía como en otras muchas regiones de España. En este caso, la principal dificultad estriba en compaginar esta renovación con un tono creíble de gobierno, sin que salgan perjudicadas ni la novedad, por un lado, ni la consistencia y la seriedad de la propuesta, por otro. Si VOX lo logra, puede absorber una parte del antiguo voto popular del PSOE, como parece que ya está haciendo, mientras el PP hace otro tanto, aunque por su lado. La gran novedad podría consistir en la consolidación de lo que se está perfilando en la campaña electoral, es decir la agonía del PSOE, que empieza a dar muestras de que no resistirá el paso por el sanchismo.