Pedro Sánchez

El relevo

No es extraño que surjan rumores, con más o menos fundamento, de que Sánchez anda buscando ya acomodo en Europa

Justo cuando se cumplían cuatro años de la accidentada estancia de Pedro Sánchez en La Moncloa, el nuevo líder popular, Alberto Núñez Feijóo, hacía su presentación en Europa. El uno aparece en la puerta de salida, según los pronósticos más fiables, y el otro, en la de entrada. Sánchez baja, Feijóo sube. Como en la rueda de la fortuna. Hay en España un abrumador clima de relevo político. Puede que de forma arrolladora si este «tiempo basura» de la legislatura se prolonga demasiado, como pretende, o eso dice, el presidente. No es extraño que surjan rumores, con más o menos fundamento, de que Sánchez anda buscando ya acomodo en Europa.

Con el cambio habrá un respiro general dentro y fuera. Se ha visto en los rostros esperanzados de los representantes del Partido Popular Europeo escuchando en Ámsterdam al político gallego, con su firme propósito de recuperar la fiabilidad y el prestigio internacional de España, hoy por los suelos. Y aquí dentro se observa con nitidez estos días en el corrimiento de votos socialistas hacia la derecha en los inminentes comicios de Andalucía, que prefigura seguramente un próximo vuelco político general. El intento del Consejo de ministros de «comprar» votos andaluces con subvenciones y otras dádivas de última hora confirma la situación desesperada en que se encuentra el «sanchismo».

Han sido cuatro años horribles, en parte por las circunstancias hostiles –de la pandemia del covid a la guerra de Ucrania– con serias repercusiones económicas y sociales en la vida de los ciudadanos, y en parte por el evidente fracaso del Gobierno «de progreso», un experimento con más sombras que luces. Entre las luces hay que reconocer algunas medidas sociales que han aminorado los efectos de la crisis en las empresas y en las familias. Entre las sombras, es preciso subrayar el fomento del frentismo y la falta de cohesión del Gobierno de coalición, con discrepancias de fondo en puntos constitucionales claves, como la Monarquía, y en la posición de España en el mundo –basta señalar, por su actualidad, el Magreb y la OTAN–. Sin contar el descrédito de la palabra del presidente y la exacerbación de la ideología de género. Pero tal vez lo que más ha perjudicado a este Gobierno ha sido su dependencia de los independentistas catalanes y vascos. Como escribía el miércoles Antonio Elorza a propósito de la adhesión socialista a la relegación del castellano en las escuelas catalanas, ese es el «precio a pagar, dada la subordinación táctica al secesionismo impuesta por nuestro presidente». Ante tal subordinación y tales desaguisados, ¿qué otra salida tienen los españoles, cuando lleguen las urnas, sino el relevo?