Elecciones andaluzas

Las seis caras del debate

Los debates electorales no son rentables. La probabilidad de ganar votos es prácticamente nula pero, si se equivocan, puede costarles caro. Por eso, las estrategias que diseñan sus equipos se asientan en el terreno de lo seguro, renunciando a improvisaciones y evitando perder los nervios ante provocaciones, porque el mínimo lapsus puede tener consecuencias.

El resultado es que los debates resultan anodinos, incapaces de atraer la atención del espectador y, por supuesto, de movilizar ni un solo voto. Así sucedió en el duelo a seis que protagonizaron los candidatos a la Junta de Andalucía.

No tuvieron errores ni Moreno ni Espadas, pero tampoco ganaron. El popular se parapetó sin atacar, escurriéndose de los ataques y centrado en no perder la imagen presidencial.

El socialista mostró su mejor perfil, proyectó solvencia y demostró que el problema del PSOE andaluz no es el candidato sino el Gobierno Central, que actúa como un lastre y la anestesia a que ha sido sometida la federación andaluza. Espadas no salió a ganar, sino a no ser derrotado.

A la izquierda del PSOE, la guerra de siglas parece haberse inspirado en “La vida de Brian”. Por Andalucía y Adelante Andalucía, son las dos con aspiraciones de lograr escaños, pero en realidad, representan el fracaso del proyecto podemista.

En el debate televisado decidieron no atacarse, ya se han hecho suficiente daño durante las últimas semanas, y llevaron a cabo un pacto de no agresión, demasiado tarde para convencer a nadie. A pesar de todo, la candidata de Yolanda Díaz fue la que salió mejor parada.

Juan Antonio Marín, candidato del cuasi extinto Ciudadanos, lleva toda la campaña perdido en medio de la irrelevancia, tampoco encontró su lugar en el plató de televisión. Vestido de gobierno andaluz reclamó para sí mismo los balazos que iban dirigidos hacia Moreno. Increíble pero cierto.

Quién no defraudó a la prensa fue Macarena Olona. Crecida por las expectativas electorales y con desparpajo, atacó a diestro y siniestro, especialmente a populares y socialistas, recordando por su tono y por sus formas a la Sección Femenina de otros tiempos.

La extrema derecha ha vuelto para quedarse. Abraza el populismo con proclamas libres de complejos en inmigración o en violencia machista. La alineación con Le Pen y el resto de movimientos ultras y radicales europeos, ha dejado de ser una coincidencia para tornarse en una estrategia. Lo terrible se ha normalizado, ya veremos a donde nos lleva.