Andalucía
Andalucía, vanguardia
Andalucía se presenta hoy como punta de lanza política, apuntalando tendencias y corrientes de fondo
Desde que Ortega y Gasset desbrozara el «trozo andaluz del planeta» en su «Teoría de Andalucía» ha pasado mucho tiempo, casi un siglo, y han cambiado muchas cosas. O, a lo mejor, no tantas. Podríamos decir que de aquel análisis histórico permanece inmutable el carácter poco dado al belicismo que atribuye a los oriundos de la zona meridional o la «farsa multicolor», ese aire, erróneamente interpretado como de permanente fiesta, que enreda a quien lo visita; y, también, podríamos decir que en aquellos artículos publicados en el diario «El Sol», tan polémicos, cuestionados y discutibles, en los que el filósofo ahondaba en un retrato agrario de los nativos tamizado por la vagancia, ya se plasmaban algunos de los prejuicios indeleblemente unidos al espíritu andaluz. De esos que se van anclando, atraviesan generaciones y llegan, incluso, a contaminar el presente.
Viene al caso ahora aquella disertación orteguiana en plena exhibición de andalucismo, uno más moderno y contemporáneo, desarrollado en todas sus formas, a cuenta de las elecciones autonómicas y el foco informativo apuntando al sur. Si se mira más allá de los tópicos que, tantas veces solo sirven para ser rebatidos, se encontrarán muchas andalucías y muchas maneras de ser andaluz sin caer en lo rancio. Aunque algunos se hayan empeñado en escenografías caducas, engalanados con la flor y el costumbrismo, invocando problemas que no son los reales, por pretéritos o por inventados, y acaparando protagonismo a costa de las certezas. Han ignorado, para lograrlo, una realidad amplia y poliédrica, de casi ocho millones y medio de habitantes y más de ochenta mil kilómetros cuadrados, dotada de una riqueza sociológica íntimamente conectada con la historia, a través del impulso político de las Cortes de Cádiz o la relevancia en lo público y la gestión a lo largo del agitado siglo XIX; y han obviado, además, el anclaje cultural, diverso y heterogéneo, de profundo humanismo, que abarca desde la huella de tradición de Lorca, a la modernidad de Picasso, al pensamiento comprometido de Zambrano o a la serena valentía de Aleixandre. Extrema vanguardia.
Y es, precisamente, con esos sólidos cimientos, con los que Andalucía se presenta hoy como punta de lanza política, apuntalando tendencias y corrientes de fondo. Adelanto de futuros movimientos, de apertura de etapas, con la conciencia de todas las miradas que se dirigen a ella y, una vez afianzada como región dinámica, en crecimiento, se sacude viejas etiquetas para avisar sobre el futuro que encara al consolidar su hoja de ruta, su cambio de rumbo. Y, quizá, anticipando un nuevo ciclo más allá de Despeñaperros.
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