Pedro Sánchez

Canela fina | Sánchez liquida la Transición

«Sánchez está reconstruyendo las dos Españas a garrotazos que helarán el corazón de los españoles»

En 1939, el Ejército vencedor de la guerra incivil sustrajo al pueblo la soberanía nacional. La dictadura extirpó hasta el último vestigio de libertad. Franco fue el amigo de Hitler y Mussolini y no se mantuvo neutral en la II Guerra Mundial. Envió la División Azul a luchar en favor de los nazis. Pero no murió como Hitler, que se suicidó sobre una Alemania perdedora y devastada. Ni como Mussolini, al que colgaron por los pies en la plaza Loreto de Milán. El dictador español gobernó durante casi 40 años, recibió la visita y el abrazo del presidente de la democracia de Estados Unidos, Eisenhower, y falleció en el poder. Alrededor de 600.000 personas rindieron visita a su féretro en el Palacio Real.

A su muerte, los 9.000 alcaldes españoles eran franquistas. También los gobernadores civiles de todas las provincias. Y los procuradores en Cortes. La Iglesia Católica, salvo algunas excepciones, estaba a su lado. También los Ejércitos, así como una parte sustancial del empresariado.

La Transición consistió en la devolución al pueblo de la soberanía nacional, tal y como había propugnado Don Juan desde el exilio. Los principales autores de la Transición fueron Torcuato Fernández Miranda, el Rey Juan Carlos I y Adolfo Suárez, que consiguieron establecer la concordia y la conciliación entre los dos bandos de la guerra incivil. El franquismo, que lo dominaba todo, aceptó elecciones libres y se produjo el milagro histórico de trasvasar, sin sangre ni violencia, una dictadura de 40 años a una democracia pluralista plena. El mundo asistió con asombro y general elogio a la Transición española. Se había pasado página, en fin, tanto a la dictadura militar como al desastre de la II República que caminaba hacia el comunismo totalitario. Y se miró hacia el futuro, sin otro problema de fondo que la atrocidad de la banda terrorista ETA con sus incesantes atentados criminales.

Más de 40 años después, Pedro Sánchez, aliado con la extrema izquierda comunista y con podemitas, separatistas y bilduetarras, ha decidido liquidar la Transición a través de una ley que pretende la aberración histórica de prorrogar la dictadura de Franco hasta 1983. Sánchez, para permanecer unos meses más en el poder, ha convertido a los sucesores políticos de ETA en jueces de la nación. Está reconstruyendo las dos Españas a garrotazos que nos helarán el corazón.