Pedro Sánchez

Malo no, es peor

El presidente ha tomado el peor camino de entre todos los que tenía por delante, que es el del populismo y la jarana gastona.

Visto que Pedro Sánchez solo tiene un as en la manga, que es tirar de chequera y, como se preveía, aferrarse al lado zurdo de la Historia, convengo en que si era malo, ahora es peor. Esa hucha vacía llena de telarañas, como de cuento gótico de «Frankenstein», será sustituida por un pacto con el mismo diablo que le prestará dinero con la condición de quedarse con nuestras almas. El presidente ha tomado el peor camino de entre todos los que tenía por delante, que es el del populismo y la jarana gastona. Los miles de españoles que tienen acciones en los bancos, y que no son Ana Patricia Botín, son desde ayer más pobres. Bravísimo. Si la única medida con la que aún puede hipnotizar a un pueblo es la del descuento en Renfe, cuando todos los indicadores pronostican un otoño de catástrofes, es que a Pedro Sánchez se le ha agotado el elixir de un discurso ilusionante o aún cree, en la soledad de su poderío a lo Pantoja (creerse resucitado) que puede hacer de Flautista de Hamelin mientras le jalean los ministros de Podemos, los únicos que oyen la palabra impuesto y se les levantan las orejas, como a los perros que van de caza y huelen la sangre.

El Estado de la Nación es de pronóstico reservado y el presidente lo trata con paracetamol, como al principio de la pandemia. Niéguese la mayor, incluso en el potro de tortura, y sigamos, pues, la senda del precipicio, no ya de España, sino de un líder que prefiere inmolarse antes de reconocer que la clásica receta socialdemócrata no es la adecuada cuando se trata de reanimar un cadáver.

Querría Sánchez haber salido al atril con otro equipaje, pero cuando fue a sacar su billete se dio cuenta de que se lo ponían muy caro sus asesores. De ahí tal vez la vieja idea del tren. El tren de Sergio y Estíbaliz, el tren de John Ford, el tren de «Doctor Zhivago», el tren, en fin, de la bruja o el de Agatha Christie, el tren de Hitchcock, el de Wong-kar-wai, el tren como la metáfora del tiempo y de la misión imposible. El tren de los suicidas. Querría Sánchez que la película acabara bien, pero sabe que no.