Guerra en Ucrania

Parte de Guerra 02/2022. Ucrania

¿Qué llegará antes, la fatiga por las consecuencias económicas en Europa del conflicto o el agotamiento del armamento ruso y de la moral de un ejército y población a la que se prometió un paseo militar?

Ángel Tafala

Hace unos cuatro meses (17.05.2022) describía aquí en una Tribuna, con un primer Parte, cómo se estaba desarrollando el enfrentamiento con Rusia y su desalmada conducta en Ucrania. Guerra clásica esta entre los ejércitos ucraniano y ruso, pero también económica, cibernética e informativa contra las naciones libres y democráticas de todo el mundo. Destacar de aquel primer Parte que la predicción de disminución de los ingresos del Sr. Putin por la bajada de precios de los combustibles fósiles no se ha cumplido –evidentemente– todavía. Pero sí, en cambio, han sucedido importantes acontecimientos que permiten actualizar –con un segundo parte– la evolución de este grave conflicto en el que tanto nos jugamos los europeos.

Centrándonos en el aspecto militar clásico, los diversos choques en los tres teatros principales de la guerra –Kiev, Donbas y zona costera meridional– han sido hasta el momento tan enconados y han traído consigo tanto sufrimiento para los dos bandos, que consecuentemente, las exigencias para alcanzar un hipotético armisticio han escalado de manera exponencial. Esto viene siendo una constante histórica en los grandes conflictos que suelen comenzar con un incidente menor, pero tras graves perdidas exigen demandar objetivos máximos para finalizarlos. Por parte de Ucrania, el Presidente Zelenski ha hecho publico que su objetivo final es la recuperación de todos los territorios invadidos, incluido Crimea y el Donbas perdidos en el anterior 2014. El Sr. Putin ha sido menos explícito con el objetivo que persigue, pero tras su derrota inicial en Kiev –que pretendía instalar un gobierno títere– cabe deducir que no se conformará con nada menos que dejar independiente un estado ucraniano residual centrado en las regiones más occidentales. Esos dos objetivos –naturalmente opuestos y excluyentes– indican que el dominio de la ciudad y puerto de Odesa va a convertirse en el centro de gravedad de esta guerra. Solo la posesión indiscutida de Odesa –simultánea al previsible agotamiento militar de los dos bandos– podría permitir que surja el clima que haga viable unas hipotéticas negociaciones de paz.

Sin Odesa, Ucrania perdería prácticamente el acceso comercial y militar al Mar Negro. Sus exportaciones tendrían que seguir una costosa ruta terrestre centro europea y su economía quedaría pues debilitada en grado extremo. La Ucrania que quedara –centrada en Leópolis– no supondría ningún obstáculo para los futuros planes de expansión hacia el Occidente europeo del sátrapa del Kremlin. En la delirante ideología de Putin, esa Ucrania residual poblada por los neonazis, que no logro eliminar con su ofensiva inicial, podrían esperar resignadamente a que le llegue su hora. La hora del gran imperio asiático europeo dirigido desde Moscú con el que sueña el Sr. Putin y sus viriles colaboradores.

La pérdida inicial de la ciudad de Jersón y su comarca supuso el establecimiento de una cabeza de playa rusa mas allá de la natural barrera del caudaloso Dniéper dirigida –cual punta de lanza– hacia Odesa. De aquí se derivan las tres líneas de acción que persiguen los ucranianos para tratar de recuperar Jersón, aliviando así la amenaza que se cierne sobre Odesa: resistencia a ultranza en Mikolayiv; bombardeo de los puentes de aprovisionamiento rusos sobre el río Dniéper; y ofensiva desde el norte de la orilla occidental del río en poder de los ucranianos. El Presidente Zelensky solo tiene de plazo hasta que el invierno comience en toda su crudeza para resolver la situación de Jersón y neutralizar la amenaza sobre Odesa. Si no lo logra, con los rusos atrincherados, habrá que esperar, al menos, otro año antes de que se den los mínimos condicionantes de paz.

En esta áspera lucha, todavía se están respetando algunos límites. Los ucranianos se han abstenido de atacar el gran puente –recién construido– sobre el estrecho de Kerch que une Rusia con Crimea. A su vez los rusos no han bombardeado el centro histórico de Kiev y sus edificios oficiales más representativos. Y desde luego, el posible uso de armas nucleares tácticas rusas representaría un claro desafió, no ya a Ucrania, sino más bien directo a los EEUU. Aun podemos pues albergar alguna esperanza de que la paz sea posible.

En el campo más estratégico, la tenacidad en mantener la ayuda occidental a Ucrania es vital ¿Qué llegará antes, la fatiga por las consecuencias económicas en Europa del conflicto o el agotamiento del armamento ruso y de la moral de un ejército y población a la que se prometió un paseo militar? Confiemos que nuestra opinión pública comprenda lo mucho que nos jugamos en las atormentadas tierras ucranianas, pues si triunfara el Sr. Putin, no pararía allí. Su siniestra ambición va mucho mas allá. Y encima tiene prisa pues quiere ser el protagonista.