Carlos III de Inglaterra
El nuevo
Carlos III puede ser desde un mentecato a un cerebrito, pero es un maleducado. Eso ya lo hemos visto y comprobado
Acaba de estrenarse en el trono Carlos III de Inglaterra y todo el mundo se echa las manos a la cabeza por sus modales. Realmente, debe ser una putada tener que ponerte a trabajar a los setenta y tres años, después de pasar una vida sin haber hecho nada más que hablar de pintura, medio ambiente, urbanismo y tampax. Es una putada, para qué vamos a decir otra cosa. Dicen que es una persona inteligentísima y educada, dotada extraordinariamente para las artes y las ciencias, entre ellas, la arquitectura. Lleva el kilt escocés como nadie y entre Lady Di y un perro de aguas, escogió al perro de aguas. Ya me gana por ahí porque soy poco de cuentos de hadas y a mí, todo lo que rodea a Lady Di me sobra a espuertas.
Lástima que haya llegado al trono Carlos III, la verdad, porque se nos caen las medallas a trompicadas. Ha salido con su hijo a saludar a toda le gente que llevaba mil horas velando a su madre y parece que ha hecho una heroicidad, con los escoltas diciendo al personal que dejaran los móviles y disfrutaran del momento. Hasta en eso les dicen a los asistentes lo que tienen que hacer. Un amigo mío siempre esgrime que los ricos no piden permiso. La actitud del nuevo rey inglés no tiene que ver con las monarquías, sino con la riqueza. Esos modos son propios de esa clase social que tiene servicio. Que están acostumbrados al servicio y a tratar así a la gente. Con desdén. Con imperativos. A los que un vinito sin los grados de frío perfectos puede amargarles el día. Y ya saben con quiénes lo pagan. Con quienes lo pueden pagar. A mí me importa tres bledos que haya monarquías y no voy a salir a pedir ninguna barbaridad. Ni aquí ni en la calle. Sólo digo que no se diferencian de otras élites económicas que van por la vida de esa manera, despreciando a los sirvientes.
Carlos III puede ser desde un mentecato a un cerebrito, pero es un maleducado. Eso ya lo hemos visto y comprobado. Ahora, a ver si es capaz de aprenderse lo básico, es decir, a respetar al pueblo que le paga el sueldo. Y llega tardecito, por cierto.
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