Elecciones en Brasil

Ambiente tormentoso en Brasil

En medio de una atmósfera polarizada, el bolsonarismo denuncia cientos de irregularidades en el escrutinio y pide un recuento

Lo que ocurre en Brasil no es sino reflejo de lo que sucede en América y en el resto del mundo. Populismo y extremismo, posiciones irreconciliables que llevan a la división del electorado en mitades casi iguales. Lula iba a ganar en la primera vuelta, según los sondeos, con casi el 60 por ciento de los votos, pero se quedó en el 47,7. Bolsonaro sería arrollado al no superar el 25, pero se fue casi al 44. El país más grande de América, con 213 millones de habitantes, roto y con un nivel de enfrentamiento más que preocupante. ¿Por qué Bolsonaro se vino arriba? O los sondeos no estaban bien hechos, o había voto oculto, o como dicen algunos, los institutos de opinión hacían campaña por Lula. El bolsonarismo denuncia cientos de irregularidades y está pidiendo la repetición del escrutinio porque iban primeros y distanciados, se detuvo el conteo electrónico por 15 minutos y al reanudarse Lula llevaba ya una ventaja de dos millones.

Sea como fuere, lo cierto es que la gestión del ex militar, bravuconadas al margen, no es considerada por los votantes tan desastrosa como se suponía. Tal vez porque económicamente, y pese a la pandemia, parte de la población aplaude la reducción del gasto público y el tijeretazo a los cargos políticos. El ejemplo está en el número de Ministerios. Con Dilma había 40, ahora 17, cinco menos que en la España de Sánchez, pese a que son 190 millones de habitantes más. El ministro de Economía, Paulo Guedes, practica un liberalismo a ultranza con una política de privatizaciones que abunda en la reducción del gasto, aunque la pandemia impidió que desarrollara su agenda económica. Durante 4 años de mandato, el derechista ha tenido en contra a la mayor parte de los medios y también al Tribunal Superior de Justicia (STJ), poder verdaderamente independiente que ha tumbado buena parte de las iniciativas presidenciales, en particular sobre la pandemia y las vacunas. Dicen algunos que el STJ ha sido el auténtico gobierno de Brasil en este tiempo.

Lula y Bolsonaro están en posiciones opuestas en casi todo. Menos Estado, menos gasto público e impuestos, frente a más Estado, más gasto y mayor presión fiscal. «Biblia, bala y buey», frente a secularización, armas-no y agenda 2030. Más familia frente a ideología de género y cultura LGTBI. Pandemia sin confinamiento contra un «lock down» estricto y vacunación casi obligatoria.

Sólo hay un asunto en el que Bolsonaro y Lula no son tan distantes: la relación con Putin. Brasil forma parte de los BRICS junto con China, India, Suráfrica y Rusia (3.160 millones). Brasilia no ha condenado ninguna de las resoluciones de la ONU contra Moscú por la guerra. En plena crisis, Bolsonaro se reunió con Putin y Orban, con los que comparte el principio de «Dios, patria y familia». Aunque el brasileño añadió la palabra «libertad», a Biden no le gustó nada el encuentro. Ni que Lula declarase a la revista Time que «Zelenski es tan responsable del conflicto como Putin (…) EE.UU. y la UE son culpables también». Lula sostiene que Biden podría haber evitado la guerra, pero que ni siquiera lo intentó. Opinión en la que coincide con Trump. Y con Bolsonaro. Pura casualidad.