Carles Puigdemont

Canela fina | La sombra de Puigdemont es alargada

«Sería una afrenta para el Tribunal Supremo y para España que el prófugo Puigdemont regresara triunfalmente a España»

Cada vez son más los dirigentes de JxC que prefieren a Carlos Puigdemont en su lugar de descanso. Y aunque lo disimulen, a varios pesos pesados de ERC les preocupa que el expresidente regrese. Por eso el debate sobre la sedición está tan complicado. Sánchez no sabe cómo salir airoso del envite, aunque su posición está clara: si para permanecer en el poder se le exige borrar el delito de sedición del código penal, lo hará sin vacilar exonerando a los responsables de la atrocidad cometida al perpetrar un golpe de Estado que afortunadamente fracasó.

Conspirar contra la integridad territorial de España, mantenida durante cinco largos siglos, desdeñando la Constitución votada democráticamente por la inmensa mayoría de los ciudadanos, constituye un acto de máxima gravedad política y jurídica. El Tribunal Supremo, en un juicio admirable por su transparencia y su rigor, condenó a los que habían cometido el atroz delito y los encarceló en las prisiones del Estado, soportando luego la afrenta sanchista del indulto lamentable. Algunos prófugos eludieron la acción de la Justicia y entre ellos Puigdemont. Ahora se pretende extirpar el delito de sedición para que el huido regrese en histórica apoteosis.

Sánchez se ha pasado por el arco del triunfo la máxima de Ercilla: «A posponer el hombre está obligado por el sosiego público, el privado». El presidente del Gobierno ha situado su sosiego, es decir, su permanencia en el poder, sobre cualquier otra consideración. Ha otorgado a los secesionistas vascos de centro derecha todo lo que le han pedido y ha hecho lo mismo con los proetarras de Bildu. En lugar de combatir el separatismo catalán, disminuido pero todavía latente, el presidente del Gobierno puso en marcha la caravana de las concesiones permitiendo a los mastines del secesionismo meter sus hocicos entre los tobillos de España.

Se trata ahora de que Puigdemont regrese. Y ello a pesar de ciertas reticencias de los partidos independentistas, difíciles de desenredar porque la política catalana se ha convertido en una tupida tela de araña que casi nadie puede entender. Sin embargo, sí se puede hacer una afirmación rotunda: sería una indignidad para España, una bofetada para el Tribunal Supremo y una afrenta para la Justicia, que el debate sobre el delito de sedición concluyera con el regreso triunfal a España del prófugo Puigdemont.