Comunismo

Sumas

Una vez que el comunismo se hace con los mandos, desaloja a todo el que no comulga –nunca mejor dicho–, con el nuevo ideario de izquierda woke

Primero, muchos votantes confiaron en Podemos. Logró resultados espectaculares, en escaños e «intención» de voto (que mide algo así como «el deseo» político ciudadano). Entonces, pocos intuyeron que el comunismo del siglo XXI estaba en su «base». La izquierda dura hizo con el movimiento 15M lo mismo que con otras causas –muchas, necesarias y justas– de la contemporaneidad: infiltrarse y dominarlas, esconderse detrás de banderas colectivas, privatizándolas para su ideario, primero «okupándolas» y luego, una vez asaltado el poder en movimientos y asociaciones, tanto civiles como institucionales, expulsando a cualquiera que no piense ideológicamente como los líderes neocomunistas.

Ese proceso también está teniendo lugar en el corazón de importantes organizaciones humanitarias, ecologistas y de distinto signo «social»: una vez que el comunismo se hace con los mandos, desaloja a todo el que no comulga –nunca mejor dicho–, con el nuevo ideario de izquierda woke.

Pudo parecer que Podemos era ideológicamente transversal y de aliento político nacional (en el sentido de tener una idea de España, de defensa del estado-nación, aunque parezca que ese es un concepto ya superado). Muchos creyeron que no era ni de izquierdas ni de derechas, sino «del pueblo», de la mayoría común y corriente, y que representaba a los damnificados por cíclicas crisis económicas brutales, consecuencia de los reequilibrios de la globalización. Pero resultó ser viejo comunismo con ropajes falsamente modernuquis, dirigido por líderes agraces que dicen cosas como «la uni de verano» y así. Un grupo acechante de todo movimiento social que despunte y pueda usarse como resorte para adquirir poder, con activistas prestos a conquistarlo, acapararlo y controlarlo y, a través de él, a toda la sociedad.

Mucho antes de que se pusiera en marcha el (misterioso, incierto) proyecto «Sumar», escribí aquí que el gran problema de Sánchez es que sus socios restan y no suman: pues ellos mismos presumen de ser elementos «negativos» respecto a España, a la que rechazan encendidamente. La propuesta «Sumar» pretende sumar partes que continúan siendo negativas. Pronto veremos si las reglas de las matemáticas funcionan también en las urnas.