Letras líquidas
23J: el gran «juego del gallina»
A la luz de intenciones y sondeos, si las llamadas de unos y otros al voto útil no consiguen imponerse, la concurrencia de más de un partido anticipa el freno a la gobernabilidad
Quizá usted no sepa exactamente lo que es. O puede que sí. Si siguió con atención las convocatorias electorales de 2019, la de abril y la de noviembre, estará enterado de cómo el «juego del gallina» terminó siendo elemento fundamental de la discusión política. Rememoremos. Los resultados de las urnas en las dos citas arrojaron complejas combinaciones que, dado nuestro sistema parlamentario, enmarañaban la formación de gobierno. Tanto que, de hecho, hubo que repetir las votaciones. Y en medio de aquellos agotadores e interminables tratos nos introdujimos (o nos introdujeron) en la teoría de juegos: esa rama de las matemáticas en la que es necesario tener en cuenta el comportamiento de los otros para decidir el propio y que, aunque se aplica especialmente a la economía, también puede extenderse, y se extiende, a la política.
Y justo ahí es donde entró en escena el «juego del gallina». Desde que el filósofo británico Bertrand Russell aplicara a la carrera armamentística del siglo pasado el símil de dos conductores que se dirigen uno contra otro y el primero que dé un volantazo pierde (como si estuviéramos en «Rebelde sin causa»), la imagen se convirtió en referente de hasta dónde están dispuestas a llegar las partes en un proceso negociador. Aquellas noches electorales plácidas (todo lo plácidas que podían ser, entiéndanme) en las que quien lograba la victoria se aseguraba la gestión han pasado a instalarse en nuestra memoria (casi con la excepción del 19-J andaluz): ahora, esas veladas en las que se recuentan papeletas, son el pistoletazo de salida de conversaciones a las que aplicar una geometría, más o menos variable, y que derivarán en la configuración de los ejecutivos.
Ya hemos asistido a las tiranteces y tensiones después del 28-M. Con la constitución de los 8.131 ayuntamientos como ensayo, y después con Valencia, modelo de pacto acelerado que no cuaja, Extremadura, espadas en alto, y con Murcia, Aragón y Baleares, también a la espera. Y, de fondo, los temidos bloqueos. Esos hacia los que podemos encaminarnos tras las generales. Porque, a la luz de intenciones y sondeos, si las llamadas de unos y otros al voto útil no consiguen imponerse, la concurrencia de más de un partido anticipa el freno a la gobernabilidad. El «juego del gallina» consolidándose como metáfora perfecta de una época política que arraiga y afianza el sistema «bibloquista», pero no adelantemos acontecimientos que aún queda mucho para la resaca del 23-J. Incluso hay que votar primero.
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