Letras líquidas
28-M y el Gato del País de las Maravillas
Una primera vuelta de las generales, apuntan unos, o un plebiscito presidencial, señalan otros
¿Querría decirme, por favor, qué camino debo tomar para salir de aquí?
-Eso depende mucho del lugar adonde quieras ir-dijo el Gato.
-Me da lo mismo el lugar...-dijo Alicia.
-Entonces no importa qué camino tomes-dijo el Gato.
Antes de que Bildu, sus listas de la vergüenza y los (necesarios) debates morales zarandearan la campaña, la duda existencial de estas elecciones se centraba en la clave en la que se desarrollarían: si más nacional o ajustándose escrupulosamente a su carácter municipal y autonómico. Al séptimo día de «caravana» no hay ni rastro de incógnita: el alcance territorial es más que evidente. Una primera vuelta de las generales, apuntan unos, o un plebiscito presidencial, señalan otros. Al margen de lo acertado o no de esta estrategia o de a qué formaciones pueda beneficiar y perjudicar (algunos expertos demoscópicos ya señalan a Vox como el gran receptor silencioso del rédito electoral), lo cierto es que esta dimensión viene a confirmar una tendencia constante de absorción de la macropolítica a la micropolítica. De manera que la oportunidad para elegir a los representantes más cercanos termina distorsionada, abducida o, al menos, asimilada por las grandes líneas ideológicas que deberían marcar el país y que no sabemos hasta qué punto inciden en la calidad de la recogida de basuras, en el estado del polideportivo de la esquina o en el catálogo de servicios del hospital más próximo. Y surge la reflexión, pertinente, de si resulta adecuado nacionalizar todos los detalles de la gestión pública o si, en realidad, no hay otra opción porque se acumulan, atascados, demasiados frentes de calado. En cualquiera de los casos, es fundamental ser conscientes de lo que implica la clave en la que se vota para evitar el riesgo de terminar sin rumbo replicando al Gato del País de las Maravillas.
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