El bisturí

Ábalos y Koldo son solo la punta del iceberg

De momento se han descubierto ramificaciones en otros departamentos del Gobierno

La compra de material sanitario durante la pandemia por parte del Gobierno constituye uno de los mayores escándalos que se recuerdan en los últimos años en España. No solo porque al principio se llegara tarde a todo pese al llamamiento a hacer acopio por parte de la OMS y otros organismos ante lo que iba a venir, lo que impidió que pudieran salvarse muchas vidas. Tampoco porque en la primera fase se encomendara la adquisición a órganos absolutamente incompetentes como el Ingesa, adscrito al Ministerio de Sanidad. Miren cómo está la sanidad allí donde la gestiona este ente público, en Ceuta y Melilla, y se darán cuenta de en qué manos estuvimos durante las acometidas iniciales del virus.

El escándalo mayúsculo viene de las irregularidades perpetradas en numerosos procedimientos de compra en los que sólo había un concurrente, la adjudicación se hacía a dedo, se pagaban precios desorbitados e injustificados incluso para aquella época de carestía o se adquirían productos inútiles, bien por no adecuarse a las necesidades asistenciales, bien por no tener los certificados de calidad o bien por ser defectuosos. Hubo casos en los que se pagaron incluso materiales que nunca llegaron a los hospitales y centros de salud.

Hasta la fecha, el Gobierno se había escudado en la urgencia del momento, en la falta mundial de existencias y en la extrema gravedad con la que la patología golpeó a nuestro país. Algo que tratan con condescendencia cómplice y sospechosa en su informe «ad hoc» los expertos a los que el propio Gobierno encomendó la evaluación de la gestión de esta crisis. Sin embargo, la irrupción como un tsunami del caso Ábalos ha dado al traste con el carpetazo impuesto por Pedro Sánchez y sus huestes mediáticas a los graves sucesos de aquellos días.

No, no es ningún familiar de Isabel Díaz Ayuso el que se lucró con compras irregulares, como pretendían hacernos creer el presidente y sus satélites. El bulo lo atajó un juez. El que se lucró mientras miles de personas morían fue presuntamente Koldo García, mano derecha del que era ministro de Transportes, José Luis Ábalos, al que le quedan dos telediarios en la política. Los dos socialistas, naturalmente.

Pero el caso Ábalos o el caso Koldo, como le quieran llamar, no se queda ahí. De momento se han descubierto ramificaciones en otros departamentos del Gobierno. ¿Qué opina la ministra de Sanidad, Mónica García, de que miembros del partido que manda en el Ejecutivo en el que ella milita obtuvieran cuantiosas mordidas con las mascarillas, mientras la población fallecía?

Como responsable de Sanidad de LA RAZÓN, seguí de cerca las compras efectuadas por este Ministerio. Les invito a revisar el pago de 313 millones a una docena de empresas con «dirección desconocida», o la compra por casi 50.000 euros la unidad de 200 respiradores cuyo precio en el mercado en ese momento no llegaba ni siquiera a los 18.000 euros.

Qué vergüenza.