Editorial
Alegato liberal con una mayoría social
Las elecciones de julio serán cruciales y el papel de la presidenta madrileña tiene que ser protagonista.
Isabel Díaz Ayuso se ha apresurado en cumplir con la sesión de investidura para renovar mandato como presidenta de la Comunidad de Madrid. En esta España convulsa y atribulada no se puede perder el tiempo y hay que ponerse manos a la obra cuanto antes. Díaz Ayuso se ha ganado a pulso la ocasión de sacar adelante el trámite reglamentario en la Asamblea regional tras el hito de una mayoría absoluta que evita sobresaltos e incómodos compañeros de viaje. Ese abrumador consenso social que ha refrendado la victoria de la baronesa popular ha sido la consecuencia de una trayectoria de firmeza y de coherencia en defensa de unos principios en beneficio e interés de todos. También de la competencia y el rigor de un buen gobierno que han resultado puestos a prueba por toda clase de embates como la pandemia y la crisis de la guerra, pero sobre todo por la hostilidad feroz del poder absoluto de Pedro Sánchez. Los madrileños nunca han entregado de manera gratuita o irreflexiva la confianza, sino como una recompensa y un reconocimiento a la gestión que ha convertido a la región capitalina en el motor de España y en un feudo de libertad extraordinario que ha plantado cara a las políticas intervencionistas, empobrecedoras y frentistas de la izquierda más radical de Europa. Con toda lógica, Díaz Ayuso no piensa apartarse un milímetro de ese plan de éxito para Madrid, que debería serlo además para el conjunto del Estado tras las elecciones de julio. Sus compromisos de investidura acentúan ese proyecto liberal de cercanía y apoyo a las familias y los empresarios, emprendedores y autónomos, a los jóvenes, de más rebajas impositivas, ayudas a los hogares y fomento de la natalidad, de la vivienda como un proyecto casi personal de la presidenta, más y mejor sanidad y educación, de inversiones y actuaciones para ganar en eficiencia y atención, y de innovación y futuro con la nueva Consejería de Digitalización para impulsar las nuevas tecnologías, entre otros ejes que vertebran un programa ambicioso e inconformista. El alegato liberal de Díaz Ayuso para el presente madrileño ha sido también una censura al sanchismo porque «el buen nombre y el prestigio de España, la prosperidad de las nuevas generaciones, el orden constitucional, la convivencia, la libertad y la pluralidad están comprometidos». Ha recordado con oportunidad, ahora que el presidente se encuentra en pleno lavado de imagen y que incluso reniega de sus socios Bildu y Podemos, que Moncloa y los suyos «han buscado el desprestigio o el ninguneo de nuestras más altas instituciones: la Corona, los jueces, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas, los funcionarios de carrera, la Administración consultiva; y que se ha hostigado desde el poder a periodistas, empresarios, a la oposición». Ese aldabonazo moral a la memoria es relevante para que la responsabilidad de la izquierda en nuestra maltrecha democracia no se diluya. Las elecciones de julio serán cruciales y el papel de la presidenta madrileña tiene que ser protagonista.
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