Bonus Track

¡Alegría!

Antaño, el 8M era una celebración, digo, seguramente con relativo impacto social, pero con mucho calado íntimo para incontables personas que lo honraban, sobre todo detrás de la bandera del feminismo

El día 8 de marzo, que llegó a ser una fiesta socialmente transversal, multitudinaria y alegre, se ha convertido en una lucha fratricida en el barro ideológico donde el único premio es el poder. Político, pero sin olvidar el económico: porque hay mucho dinero en juego para el feminismo proveniente de fondos europeos, subvenciones estatales, parcelas de poder administrativo, universitario, en fundaciones, cursos obligatorios, protocolos funcionariales, premios, ayudas, subsidios…

Es realmente sorprendente analizar la evolución de los 8 de marzo transcurridos desde 2018 hasta hoy. El ascenso y la brutal caída de su popularidad. Una llevaba toda la vida celebrando el Día de la Mujer Trabajadora, un concepto redundante aunque hermoso. Cada año, me proponía hacer huelga, pero como soy autónoma, una vez y otra me enfrentaba a mí misma, jefa y esclava, y nunca pude completar la radiante protesta sin salir damnificada. Antaño, el 8M era una celebración, digo, seguramente con relativo impacto social, pero con mucho calado íntimo para incontables personas que lo honraban, sobre todo detrás de la bandera del feminismo. Y no tanto haciendo descarada política de partido (como ocurre ahora). Estos años, el feminismo ha derivado en «feminismos» literalmente, y lo que fue «diversidad» hoy se ha convertido en rivalidad, beligerancia y –en tristes ocasiones–, incluso guerra sucia de unas «facciones» contra otras.

Que el 8M ha perdido su alegría, se ve a la legua. Y parece evidente que la responsabilidad es de esos políticos, y políticas, que al meter sus manos en un movimiento que fue capaz de aunar a mujeres de distintas ideologías, se lo han cargado en tiempo récord con idéntica efectividad con que otros hundieron las Cajas de Ahorros. Han querido «privatizar» el feminismo para que forme parte del patrimonio partitocrático de unos pocos, que gobiernan con mano de hierro, y por el camino se les han caído todas esas mujeres (¡y hombres!) feministas que se niegan a ser mangoneados por su ronzal. (Me pregunto cómo serán las manifestaciones feministas de este 8 de marzo, y me da miedo responderme…).