
Tribuna
De aliados a súbditos, la enseñanza de Tucídides
Polibio, un historiador también griego, pero ya de época romana, decía que la Historia es el saber «que mejor prepara para la vida política»


Hace unos días asistimos estupefactos al espectáculo antidiplomático de la entrevista televisada entre Zelenski y Trump en el despacho oval. En la web social, las reacciones no se hicieron esperar. Entre ellas, una, seguramente, llamó la atención a quienes conocemos un poco la historia antigua de la diplomacia internacional: «Está claro que Estados Unidos no tiene aliados sino siervos», escribió en su perfil en redes sociales una conocida política de la izquierda española. Y es que esa dicotomía entre aliados y siervos remite a un texto de la Antigüedad que, por su actualidad, conviene recordar.
Veinte años después de la invasión que la Persia aqueménide perpetró sobre el territorio griego en el año 492 a. C., uno de los estados hegemónicos del momento, Atenas, articuló en torno suyo una alianza, oficialmente inaugurada en el año 478 a. C., la llamada Liga de Delos, que, veinte años más tarde, en el 454 a. C., alcanzaría casi trescientos aliados. La alianza fue concebida para, construyendo una todopoderosa flota y bajo el liderazgo de una ciudad que conocía, entonces, sus mejores años políticos, artísticos y culturales –es la época de la marmorización de la acrópolis símbolo del siglo V griego–, dar protección a los estados griegos que temieran un posible rearme persa tras la derrota de éstos en Platea en el año 479 a. C., batalla que cerró las Guerras Médicas.
Inicialmente, se podía formar parte de ella construyendo barcos para la flota en los astilleros locales. A partir del 454 a. C., sin embargo, Atenas comenzó a exigir a sus aliados que contribuyesen a la liga siempre en metálico y en la unidad monetaria ática y, en un mundo ya tensionado entre las ciudades-estado oligárquicas –partidarias de un régimen como el de Esparta– y las más reformistas –que anhelaban el modelo político ateniense– a Atenas no le dolieron prendas en enviar colonos agrícolas a explotar la tierra de los aliados en un fenómeno de colonización imperialista que, desde luego, parece de hoy en día. Tampoco –como hizo en Corcira en el año 425 a. C.– titubearon a la hora de invadir, con pretextos políticos, el territorio de sus aliados más díscolos.
Ese proceso de transformación del liderazgo y la hegemonía de Atenas, que pasó de proteger a sus aliados a someterlos, tuvo un testigo de excepción, padre de todos los historiadores, por ser el primero, Tucídides. Militar convertido en forzoso cronista de los acontecimientos se dedicó a escribir la Historia de ese proceso en que Atenas, liderada por un carismático Pericles, se fue haciendo tan grande que «infligió temor a los espartanos obligándoles a luchar», como él mismo afirmó. En su magna obra en ocho libros, la Historia de las Guerras del Peloponeso, a él también le pareció que Atenas había pasado, en un momento dado, de tener aliados (symmachoi) a tener súbditos, siervos (hypekoi) a los que, efectivamente, como el término griego indica en un léxico muy parlante, podía someter.
El resultado es conocido; esta actitud desmesurada de Atenas –«tiránica», según Tucídides– condujo a los griegos a su particular guerra internacional casi sólo cien años después de que todos hubieran luchado juntos, con las lógicas fisuras, pero unidos, contra el enemigo persa. Pese a su singular alianza, la otrora gloriosa Atenas perdió la guerra y quien la ganó, Esparta, tampoco solucionó sus endémicos problemas arruinada y exhausta. Nunca los soluciona la «maestra de la violencia», como Tucídides definía a la guerra. Grecia ya no volvió a ser la misma y se abrió un largo periodo de autocrítica y transformación bien diferente del vivido durante el siglo V a. C.
Polibio, un historiador también griego, pero ya de época romana, decía que la Historia es el saber «que mejor prepara para la vida política». Tucídides escribió sus Historias deseando que fueran «una adquisición para siempre». Sonará a tópico, pero mirar al pasado, en este caso, puede enseñarnos a nosotros y a quienes dirigen este alocado mundo una vez más muchas cosas…
Javier Andreu Pintadoes catedrático de Historia Antigua y director del Diploma en Arqueología de la Universidad de Navarra.
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