Letras líquidas
«Borgen» a la española
Allá por 2014, no había analista en España que no recurriera a las intrigas de «Christiansborg» para tratar de descifrar y solventar las claves de la política patria que empezaba a deconstruirse
Birgitte Nyborg ha tardado casi una década en dejar de ser un mito político. Del sentido común, la contemporización de intereses y la capacidad para negociar acuerdos se deslizó al cinismo institucional y a los vicios propios de los peores servidores públicos. Esos años de cambio y transformación son, en realidad, el periodo transcurrido entre la tercera y la cuarta temporada de «Borgen», ya lo habrán adivinado, una de las mejores ficciones políticas contemporáneas que proyectó al mundo el idealizado modo de gestión en Dinamarca. Ya lamento el «spoiler» sobre el giro en las maneras de la (imaginaria) primera ministra, pero la cuestión, por no desviarnos del tema, es que durante un tiempo, allá por 2014, no había analista en España que no recurriera a las intrigas de «Christiansborg», el complejo palaciego que reúne a los tres poderes del Estado en pleno centro de Copenhague, para tratar de descifrar y solventar las claves de la política patria que empezaba a deconstruirse.
Al ritmo que se consolidaba la recién estrenada fragmentación partidista, se multiplicaban las tensiones y las sumas de siglas no alcanzaban para sellar pactos. Y con el objetivo de escapar de la parálisis se buscaba inspiración, incluso, en referentes imaginarios: llegar a la cúspide del gobierno desde una formación pequeña, con una líder cuyos votos resultan clave para armar la mayoría. El símil, entonces, se enfocaba hacia el Ciudadanos de Rivera y la posible carambola se extendía y extendía por los mentideros... y quedó donde quedó. Ahora, como en una especie de secuela (aprovechando que hoy vamos de series), hay quien saca ya la calculadora, aplica la aritmética y plantea un impulso a lo más alto de Moncloa desde un hipotético, y deseado, tercer puesto del «Sumar» de Yolanda Díaz. Dejando de lado estas cábalas y las luchas cainitas de la izquierda, será el veredicto de las urnas el que marque si veremos un «Borgen» a la danesa o repetimos aquel que ya tuvimos. Más a la española.
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