La situación

El ceremonial de los ministros

«En España se adornan los ajustes ministeriales con un ceremonial digno de mejor causa»

En realidad, ser ministro está bien, pero tampoco es para ponerse así. Y, sin embargo, en España alcanzar el rango ministerial pasa por ser algo de insuperable importancia. Podría serlo, si no fuera por cómo lo degradan algunos de los afortunados que han ostentado tan alta magistratura. Hay pocos dispuestos a evitar el peso de la púrpura sobre sus hombros, al estilo de ese chascarrillo tan celebrado en la España de otros tiempos, cuando se preguntó a un aspirante si quería ser ministro y respondió que «ministro, aunque sea de Marina». Marina dejó de ser una cartera. Pero, por aquel entonces, también había ministros sin cartera: ministros por el simple hecho de serlo, aunque no tuvieran responsabilidades específicas más allá de ocupar un despacho de mucho ringorrango. Piensen, sin necesidad de dar muchas más vueltas, en algunos ministerios del sector Podemos del Gobierno.

Si observamos a nuestro alrededor, en Francia, Italia o Reino Unido los cambios al frente de ministerios resultan ser situaciones comunes que se analizan como tales. Es decir: situaciones comunes y, por tanto, no extraordinarias. Sin embargo, en España se adornan esos ajustes ministeriales con un ceremonial digno de mejor causa. Los presidentes (Pedro Sánchez) se entretienen haciendo cábalas sobre cuál será el momento político idóneo para que el cambio en un ministerio lance la candidatura municipal de determinada ministra. Otros presidentes (Felipe González) retaban a los periodistas a que hicieran quinielas porque así «me dais ideas que a mí no se me han ocurrido». Algún presidente (José María Aznar) enredaba con la carpeta azul, como si su contenido fuera determinante para el futuro del país…

Ayer, los dos nuevos ministros tuvieron su bautizo en la reunión del gabinete. Ocuparán sus cargos hasta diciembre. Después, las elecciones generales dictarán sentencias que hoy no podemos aventurar. El presidente, como en ocasiones anteriores, ha apurado casi hasta el límite que le permite el calendario, convencido de que las ministras salientes disfrutarían de una ventaja electoral en sus candidaturas municipales si eran ministras hasta el último minuto disponible. ¿Seguro? Los analistas que rodean al presidente saben algo que los demás desconocemos. O no.