Al portador

Chateaubriand, Waterloo, La Mancha

«Hay muchos que quieren ver a Sánchez en la Moncloa, pero también que alguna instancia tumbe la Ley de Amnistía»

Napoleón Bonaparte (1769-1821), que nunca se fue por las ramas, recomendaba: «si quieres tener éxito, promete todo y no cumplas nada». Discípulos, también en la España que no pudo dominar, no le faltan. Juan Ignacio Crespo, matemático, estadístico, analista de mercado, un personaje con una cultura enciclopédica, ha patentado el que llama síndrome Chateaubriand, por François-René de Chateaubriand (1768-1848), figura notable de las letras y la política francesa, y no por la receta de solomillo del mismo nombre. El escritor pasó una gran parte de la vida dividido entre el odio y la crítica contra Napoleón y la admiración por sus hazañas porque hacían más grande a Francia. Crespo explica que, sin mediar encuesta, su experiencia directa le dice que hay mucha gente –no hay cifras, claro– que deseaba la investidura de Sánchez, pero que también sueñan con la posibilidad –más que remota– de que la Unión Europea, a falta de otra opción, tumbe la futura Ley de Amnistía, algo en lo que también coinciden los que no querían ver al líder del PSOE otra vez en la Moncloa.

El analista sugiere que tanto votantes de Sánchez como los que desean ver a Puigdemont, el «fugado» de Waterloo, entre rejas, «coinciden, a pesar de militar en distintas banderías» en que lo ideal sería que la Ley de Amnistía quede en nada gracias a los tribunales españoles, a los europeos o a la Divina providencia». El síndrome de Chateaubriand describiría las «pulsiones contradictorias» y podría haberse llamado «disonancia cognitiva», pero su creador piensa que es mejor el nombre que ha elegido, aunque admite que, para una buena campaña de márketing, quizá sería mejor llamarlo «síndrome de Waterloo». Otros recuerdan que no se puede olvidar al inefable Emiliano García Page, presidente de Castilla la Mancha, quizá la personificación del «síndrome Chateaubriand». El socialista manchego no pierde oportunidad para criticar las políticas de Sánchez sobre el asunto catalán, aunque siempre –y todos lo saben– se queda en las palabras. Es una forma original de hacer política –y parece que de éxito– consistente en estar en contra del jefe pero al mismo tiempo trabajar para no deje de ser el jefe. «Promete todo y no cumplas nada», ya lo sabía Napoleón.