Al portador

Circo en la legislatura decimoquinta

«El Gobierno ha salvado parte de los muebles en una votación que solo avanza el inicio de una larga y caótica sesión de circo»

Gerardo Diego (1896-1987), premio Cervantes 1979, compartido con Borges (1899-1986), presumía de poeta gongorista y dejó algunos poemas disparatados, en los que llegó a combinar la geometría, el desenfado y la hipocresía amorosa. Ayer, al contemplar la sesión parlamentaria, trasladada del Congreso al Senado por obras, hubiera recordado su «Fábula de Equis y Zeda», que concluye con dos versos, por supuesto gongorinos. cargados de simbolismo y futuro: «Una sesión de circo se iniciaba/en la constelación decimoctava». No rima igual, claro, pero bastaría cambiar «constelación decimoctava» por «legislatura decimoquinta» para resumir el espectáculo, suspense incluido, de ayer en el Parlamento. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz salvaron parte de los muebles por la campana y por la mínima a cambio, claro, de lo que casi ni soñaba Puigdemont, el todavía prófugo de Waterloo, que ordenó a sus huestes no votar, lo que equivalía a que se aprobara el llamado decreto «omnibus». Todo, solo minutos después de que Miriam Nogueras, la voz de Junts en el Congreso, dijera que «las cosas no volverán a ser como hasta ahora» y tras insistir en el despropósito de sancionar a las empresas que se fueron de Cataluña por el «procés» y no regresen. El que no encaje ni en la Constitución, ni tampoco en la Unión Europea parece accesorio para un Puigdemont que se olvida del mercado libre y abraza el autoritarismo.

La sesión de circo, recién iniciada, incluye que Yolanda Díaz compare a sus ex-colegas de Podemos con Vox y la repetición de votaciones por empate, quizá porque un diputado del Sumar –parece que Gerardo Pisarello– se lio, eso sí, con un resultado menos trascendente que cuando le ocurrió a Alberto Casero del PP y dio aire a Sánchez al facilitar la reforma laboral. El Gobierno respira en parte, pero Podemos ha tumbado el decreto de la reforma del subsidio del paro y todo indica que no será la última vez. Pablo Iglesias hará sudar al inquilino de la Moncloa y a Yolanda Díaz, pero solo desestabilizará lo necesario, y en una pista secundaria, porque la principal está reservada para Sánchez y Puigdemont, en pugna por ver quién es el domador y el domado en otra sesión de circo que, al estilo de los Romances Burlescos de Góngora, también versificaría ahora Gerardo Diego.