Absorción inevitable

La autonomía de la que goza Hong Kong parece desvanecerse. El tiempo traerá consigo el pleno control por parte de China de este territorio no solo en términos de soberanía territorial, sino también en el plano político. Se trata de una integración en la mayoría de los casos silenciosa que en ocasiones produce, sin embargo, sobresaltos entre los habitantes de la antigua colonia británica.

La norma sobre extradición que se pretende aprobar, aunque encuentra bastantes resistencias, es únicamente una expresión más de la disposición de las autoridades chinas de asegurarse una presencia real y en todos los niveles en ese territorio. La máxima de «un país, dos sistemas» no es posible por la simple razón de que uno de esos sistemas está incardinado en la concepción de país. Es solo una cuestión de tiempo. La vía que se abre, de no ser ésta, sería un proceso de democratización de China que no parece próximo. En verdad, solo cabe una visión pesimista y derrotista del futuro, pero estimo que es la que se corresponde con la realidad. El poder en las relaciones internacionales resulta implacable y más aún hacia el interior de un Estado cuando este ocupa un lugar privilegiado en el orden internacional.

En ningún caso, una potencia como China permitirá que en el país se desarrollen movimientos que pongan en cuestión los elementos que, en la actualidad, definen al Estado chino. Se podrán prorrogar la aprobación definitiva y la entrada en vigor de la nueva norma sobre extradición, pero, al cabo, el tiempo corre inexorablemente en contra de los deseos de quienes habitan en Hong Kong.

Aunque la «recuperación» de este territorio se produjo en unas determinadas condiciones, el tiempo y la hábil intervención de las autoridades chinas irán haciendo que desaparezcan. Más ahora, cuando la economía no es precisamente una cuestión que pueda establecer una diferencia sustancial entre los «dos sistemas». La absorción de Hong Kong, también en términos políticos de derechos y libertades, se llegará a producir.