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Cristina López Schlichting
«Agitprop» burgalés
¿Por qué hay manifestaciones por toda España contra las obras de un barrio de Burgos donde ya no hay obras? ¿Por qué siguen las movilizaciones si el supuesto objetivo se ha logrado? Porque el propósito de las mismas era otro. En Gamonal hay vecinos que apoyaban al alcalde y otros que se oponían a la peatonalización de la zona, pero ni unos ni otros queman contenedores. Eso lo hacen, por ejemplo, los ultras del Burgos F.C., que se denominan «Resaca Castellana» y se apuntaron a las manifestaciones tan pronto olfatearon follón. En el barrio burgalés se manifiestaron 3.000 personas, cuando hay más de 60.000 habitantes. Para entender cómo se forman ciertos tumultos callejeros es interesante saber que la Policía ha registrado la presencia, asimismo, de los «Celtarras» del Celta de Vigo y los «Bucaneros» del Rayo, todos «ultras» de mucha pegada, en el peor sentido de la palabra. Por si Burgos no tuviese bastante con un alcalde que no ha consensuado adecuadamente unas obras y con un constructor polémico –aunque sólo sea porque es además dueño del «Diario de Burgos»– se suma ahora el entusiasmo de cierta izquierda empeñada en convertir Gamonal en un polvorín de la revolución. Es el modus operandi de las movilizaciones del Prestige o del atentado de Atocha: un infortunio usado para desencadenar una batalla política. El «leitmotiv» de fondo es tan viejo como las civilizaciones: «El Gobierno tiene la culpa». Ha gestionado mal el vertido del barco... ha provocado la ira musulmana contra España... contribuye a los problemas sociales de los burgaleses. Lo curioso es que son muy pocos los eventos en los que triunfa la lógica del levantamiento popular, pero intentarse, se intenta con denuedo. El método empleado es el bulo. Bulo fue decir que fue la legislación del Gobierno la que provocó el accidente de ferrocarril de Santiago de Compostela, o que la familia de Alcalá de Guadaira había muerto por comer alimentos procedentes de la basura. Ambos extremos fueron desmentidos, pero irritaron mucho a la opinión. La pregunta es quién difunde estos rumores y alienta las revueltas callejeras. Mi amigo Max Pradera sostiene que es un fenómeno espontáneo, pero es difícil creerlo cuando se pegan carteles con citas concretas para marchas en toda España, las redes sociales alimentan concentraciones o hay personas que se trasladan de una ciudad a otra para participar en los disturbios. Yo creo que preguntarse «Cui prodest» es oportuno en estos casos. Manifestarse contra una ley o una actuación gubernamental es sana práctica democrática, alentar disturbios violentos en torno a una falsedad es demagogia y «agitprop» clásico.
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