Benedicto XVI

Benedicto XVI

La Razón
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Algunos/as ya le dieron por moribundo hace algún tiempo, pero ahí está Joseph Ratzinger, a sus ochenta y nueve años cumplidos, vivo y espléndidamente lúcido. Con la natural fragilidad motora de su edad pero con la cabeza plenamente funcionando.

Se vio el pasado 28 de junio, cuando en la Sala Clementina del Palacio Apostólico se festejaron los sesenta y cinco años de su ordenación sacerdotal. Era la primera vez que hablaba ante su sucesor y los Cardenales desde que anunció su dimisión y no necesitó papeles para pronunciar su discurso. A Francisco le llamó «Santo Padre» y «querido hermano» y le agradeció su bondad «que más que en la belleza de los jardines vaticanos es el territorio donde vivo: me siento protegido».

Bergoglio agradeció al «abuelo sabio» su paz, su tranquilidad, su madurez, su dedicación y fidelidad «que tanto bien me hacen a mí y a toda la Iglesia y su satisfactorio sentido del humor».

En el monasterio donde vive, en compañía de su ángel custodio Monseñor Georg Gänswein, el Papa emérito sobre todo reza pero lleva también una discreta vida social. En estos meses ha recibido varias veces al periodista alemán Peter Seewald; ha respondido a muchas de sus preguntas y con todas ellas saldrá en septiembre un libro titulado «Benedicto XVI. Últimas conversaciones».

En una de ellas revela, por ejemplo, que no se esperaba la elección de Francisco y que ésta fue para él una «sorpresa; había pensado en otros nombres pero no en él». Insiste en que su renuncia la preparó con muy pocas personas de su total confianza y que decidió hacerla en latín para evitar que se filtrara antes de tiempo; niega del modo más absoluto que hubiera recibido presiones o chantajes de ningún tipo.

El libro, según anticipaciones fidedignas, ofrece un amplio retrato humano y religioso de esa extraordinaria personalidad que es Ratzinger el hombre que llegó a la cátedra de Pedro con una preparación teológica e intelectual que no tiene parangón en la milenaria historia del Pontificado romano.