El desafío independentista

«Botiflers»

La Razón
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No sabemos si hoy el mayor Trapero acudirá a la cita de la fiscalía o volverá a delegar en alguno de sus segundos, pero a estas alturas ya nadie duda de que el máximo responsable de la policía autonómica catalana se debate entre la muy probable inhabilitación o algo más por no cumplir la ley o la muy improbable condición de héroe en una futura quimérica república independiente. Pero como corren tiempos en los que toca poner más de una cosa en su sitio, no está de más resaltar que, igual que no todos los catalanes son independentistas, tampoco todos los Mossos d´Esquadra están al servicio del secesionismo. Para ser más exactos, no son pocos los miembros de este cuerpo policial que, desde el anonimato sufren también el acoso de compañeros y mandos igualmente uniformados pero entregados a una causa manifiestamente ilegal.

Son muchos más de lo que pueda parecer aunque poco ruidosos y ven sus nombres señalados en las paredes de los baños y en la cobardía de algunas redes sociales como «botiflers». Ya saben, ese apelativo rescatado del siglo XVIII con el que se criticaba a los traidores a la independencia. El papel de los Mossos es clave para mantener; en coordinación con policía nacional y guardia civil, el orden en Cataluña y tal vez por ello la presión desde el vértice de la pirámide de poder en el «Govern» se hace ahora más axfisiante. El aumento salarial de trescientos euros mensuales a este cuerpo no dejaría de ser un acto de justicia si no estuviéramos hablando de un momento y oportunidad que inevitablemente lleva a preguntarnos si pretenden sobornarse algún tipo de voluntades, pero sobre todo se evidencia una inquietante tensión en no pocas comisarías donde quienes pretenden hacer política desde el uniforme no dudan en reportar a la superioridad la «traición» de unos compañeros que sólo pretenden acatar la constitución vía órdenes de la fiscalía. Seguro que el coronel De los Cobos ya sabe a estas alturas con qué mandos «botiflers» puede contar y con quiénes no a la hora de evitar que las CUP y los mercenarios antisistema que llegarán el fin de semana desde fuera de Cataluña secuestren en las calles cuarenta años de libertad. Guste o no guste, entre los Mossos hay también ex policías nacionales y guardias civiles, auténticos profesionales que ya tenían su vida integrada en Cataluña; guste o no guste, cualquiera que haya pasado por la academia sabe que un policía que no acata las legítimas indicaciones de fiscalía y judicatura deja de ser policía para convertirse sencillamente en otra cosa y guste o no guste, los honrados funcionarios de la Consejería de Economía no dudaron esta pasada semana –ojo al detalle– en reconocer que los guardias civiles que entraron en estas dependencias bajo orden judicial eran correctísimos, educados y formados especialistas en informática y contabilidad. Ni caspa ni mostachos. Eso sí, ganan 700 euros mensuales menos que ese Mosso que tacha de «botifler» al compañero que cumple con la ley. ¿Es que nadie se acuerda ya en Cataluña del general Aranguren?