Pilar Ferrer

Cadenas al viento

Obstinado en su afán secesionista y la ilegal consulta, Artur Mas ha provocado el arte epistolar en Mariano Rajoy. Una respuesta con seguridad jurídica y firmeza política. Diálogo siempre, pero nunca al margen de la Constitución y las leyes. Ha sido esta una semana de sentimientos exacerbados, culminados por los incidentes de la Diada y la librería Blanquerna. Mal asunto. Cuando la violencia se instala, es difícil frenarla con argumentos razonables. Mucho menos, cuando la sociedad catalana padece una enorme fractura. Ha tenido que ser Josep Antoni Durán i Lleida, socio de una Federación ahora muy resquebrajada, quien lo advierte: no puede haber catalanes buenos y malos. La división fratricida es peligrosa.

Fue precisamente Durán quien encabezó la lista de CIU al Congreso con un lema irrefutable: sentido común. Algo que se echa en falta en estos momentos, sometidos a una especie de pensamiento único. Quien no está a favor de la independencia es un mal catalán. Artur Mas ha cometido error tras error, puesto que él tampoco llevó la secesión en su programa electoral.

Girar hacia los planteamientos de Esquerra Republicana, la gran triunfadora de la situación, ahonda los problemas de Cataluña, no combate su fuerte crisis económica y arroja sal sobre unas heridas antaño cerradas. Esa «mayoría silenciosa» de la que habla la vicepresidente del Gobierno no se merece unos políticos tan irresponsables y excluyentes.

Porque esa cadena independentista de la Diada no representa a todos los catalanes. Bien al contrario, es un yugo que atenaza a quienes, con todo orgullo, se sienten catalanes sin ese irracional odio hacia España. Es la hora de la política con mayúsculas, dentro de la legalidad. Cualquier cadena es privativa de libertad, ha de cortarse y lanzarse al viento. Con aires de sensatez de la que, lamentablemente, adolecen muchos dirigentes actuales de Cataluña. Ya lo dice el refrán: quien siembra vientos borrascosos, recoge tempestades.