Ángela Vallvey

¿Cambios?

La Razón
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No sé si durará, pero empieza a apreciarse una tendencia en televisión: la sutil bajada de las audiencias en programas de política y de «corazón neorrealista»; tampoco el clásico «reality-show» atraviesa su mejor momento, sobre todo si lo comparamos con su absoluto reinado de lustros en las ondas hertzianas, hasta hace poco. La curva descendente, de momento, es suave, pero la evolución hacia abajo resulta clara. Cuando existe una corriente constatable a lo largo de un periodo de tiempo mínimo significa que se puede detectar un movimiento tal vez imparable. Algo se desplaza hacia la otra orilla. Como si el gusto mayoritario, o la mentalidad colectiva, sufrieran algún tipo de convulsión, de decepción, de necesidad de cambio. Después de casi una década de brutal recesión económica, los estilos propios de la época de bonanza comienzan a acusar cierto desgaste. El espectáculo extremo –político, rosa, o el de ciertos programas de contenido descaradamente sexual o exhibicionista– era propio de un tiempo de burbuja, no sólo inmobiliaria y económica, sino también existencial. De una era de excesos, de embriaguez vital. Cuando el dinero engrasaba el presente y el futuro parecía tener las uñas cortadas, la televisión alimentaba el ansia de espectáculos en los que incluso la miseria ajena servía de distracción. La crisis está haciendo mella en la sensibilidad del espectador, que quizás ha tenido tiempo de conmoverse con lo que ocurre a su alrededor, y empieza a dar signos de sentirse colmado, desencantado, falto de ficción, sueños o diversiones familiares que no le obliguen a cambiar de cadena cuando entra el niño en el salón. Además, también es probable que una generación de espectadores esté desapareciendo silenciosamente y pasándole el testigo (el mando a distancia) a otra que tiene en su haber la experiencia de casi diez años inclementes en los que la estrechez ha desenmascarado muchos artificios que, hasta la presente, servían de esparcimiento, pero que ya no consiguen conmover. No sé si esta tendencia –que apunta, pero que no sabemos si se consolidará o no– significa que las cosas están mejorando (en el corazón de las gentes, no dentro de una pantalla). Pero sí da la impresión de que algo profundo está cambiando en la sociedad. Aunque quizás sólo se trate de una apariencia de transformación y lo que ocurre es que se está dando un paso atrás sólo para tomar impulso y saltar con ímpetu hacia delante. Directamente al abismo.