José Antonio Álvarez Gundín

Conjura de necios

Si la estupidez humana no fuera tan infinita como el universo o al menos tuviera vacuna, el aforamiento de Don Juan Carlos podría haberse tramitado por cauces menos expeditivos y más solemnes, como corresponde a la dignidad de quien fue Jefe del Estado. Pero en un país donde cualquier día juzgarán a los Reyes Católicos por genocidio no conviene dar ventaja a los oportunistas ni ocasión a los trileros. Ayer mismo, la Audiencia Nacional tuvo que desempolvar una querella sobre el 23-F basada en las quimeras de Pilar Urbano, como si los jueces no tuvieran tareas más necesarias ni más sensatas que la de citar a juicio al monarca que paró el golpe. Cuando por el callejón del esperpento asoma la España de opereta, donde un día se pretende encarcelar al Gobierno chino en pleno y otro se pide el certificado de defunción de Franco por si hubiera resucitado, lo más prudente es abrir cuanto antes el paraguas de la Ley y no dar pábulo a la conjura de los necios. Por eso es un sarcasmo la abstención del PSOE, que se ha puesto estupendo y ahora le exige los papeles de circulación a quien ha reinado los últimos 40 años, la mayoría de los cuales, por cierto, con gobiernos socialistas. Abstenerse en algo tan obvio como que un Jefe emérito del Estado sólo pueda ser juzgado por el Tribunal Supremo revela el deterioro de los socialistas como partido de gobierno, aparte de la mezquindaz que supone escatimarle el mismo aforamiento del que ellos gozan. Nadie pretende la impunidad ni la inmunidad para el viejo Rey, solamente que reciba el mismo trato que cualquiera de los diez mil aforados, de modo que los leguleyos ávidos de fama y de tertulias televisivas se tienten la toga antes de sembrar por los juzgados toda suerte de demandas, querellas o denuncias, a cada cual más pintoresca.