Política

Cuarentona cuestionada y desmemoriados

La Razón
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Hay quien lo contempla como uno de esos «días de la marmota» que nos brinda el año. Nada más lejos de la realidad especialmente en unos tiempos en los que, con la Carta Magna como primerísima protagonista, estamos viviendo muy peligrosamente que rezaría la película. Hoy, miércoles, con el Congreso de los Diputados como principal lugar de cita –otros múltiples actos ya se llevan a cabo en casi todas las comunidades autónomas–, parlamentarios de las dos cámaras, miembros del gobierno de la nación, personalidades de eso que llamamos la sociedad civil, periodistas y representantes de todas las instituciones del Estado se dan cita en la Carrera de San Jerónimo para homenajear en su 39 aniversario a esa «cuarentona» que nos ha servido a todos los españoles de brújula y catecismo durante estas décadas de convivencia y progreso a pesar de las múltiples dificultades.

Pero curiosamente cuando más se está demostrando la fortaleza y operatividad de la ley de leyes ante desafíos como el órdago independentista catalán, que ha puesto en jaque a la propia integridad territorial del Estado y por momentos a nuestra credibilidad institucional de puertas para afuera, resulta que la prioridad es confundir un ajuste de lo que ha funcionado con una profunda reforma que, conociendo el percal de una parte de nuestra clase política actual –gracias Manolo Marín por tu legado ejemplar– puede acabar en tuneado. Que la Carta Magna requiera a estas alturas, con una sociedad muy distinta a la del 78, una revisión de «ITV» es de todo punto innegable, pero conviene no olvidar que, aun siendo difícilmente repetible un consenso como el alcanzado hace 39 años entre partidos políticos y sociedad civil para respaldar su aprobación, cuando menos se requiere de un respaldo parlamentario hoy harto difícil teniendo en cuenta que ni siquiera el grupo que sostiene al Gobierno tiene al cien por cien garantizada ni siquiera la aprobación de los presupuestos. El mapa político ciertamente es más plural, pero no por ello menos diabólico.

Dando por sentado que formaciones como Podemos sostienen como argumento genético el revisionismo de la transición trufado de no pocas dosis de revanchismo, lo que toca es poner de acuerdo al menos a los tres partidos decididamente constitucionalistas, PP, PSOE y Ciudadanos, y es aquí donde vuelve a surgir la pregunta a propósito del cómo y el por dónde se mete mano. Cuestión de prioridades. A saber, cómo encajar la idea federalista impregnada del concepto de «plurinacionalidad» paseado por Pedro Sánchez; contemplar o no la posibilidad de referéndums pactados para casos como el de Cataluña, algo que sencillamente choca con el ADN de formaciones como el PP y Ciudadanos; cómo resolver el problema de Cataluña desde una reforma constitucional o, siendo más específicos, si es idónea o no la introducción de elementos como la limitación de mandatos o evitar los desbloqueos en las investiduras presidenciales. La cuestión no es tanto si la Constitución requiere de reformas, como si la actual clase política está o no a la altura para acometerlas. Pregunta a deslizar hoy mismo entre canapés y croquetas.