Restringido
Doctora sin pacientes
Los grandes médicos no dejan de estudiar ni un día en toda su vida. Los avances científicos lo exigen. El más sabio y prestigioso de los doctores, de vuelta a su casa después de su jornada de trabajo, se convierte en un humilde estudiante. Del hospital, la consulta o el quirófano, al estudio. De ahí el recelo que inspiran los médicos que no se dedican a su profesión. Los médicos políticos, como Llamazares o la doctora Maestro, dirigente de la «Plataforma de la Sanidad Pública de Madrid», algunos de cuyos miembros se mofan, insultan y desean lo peor a una mujer accidentada que en la UVI de su hospital –La Paz– lucha por sobrevivir.
La doctora Maestro no parece estar al tanto de los avances en su profesión, y tampoco lo está de los adelantos en la sociedad, porque pertenece a una izquierda revanchista y vieja en trance de desaparecer. Pero su influencia entre los fanáticos imprime carácter, y a esa «Plataforma» se le ha visto el plumero. Un plumero feísimo, por otra parte.
Convencido estoy de que a la tal «Plataforma» pertenecen médicos y sanitarios de buena voluntad. Me gustaría escribir en pasado, que pertenecían, porque después de la vileza de la manifestación ante el hospital de La Paz la buena voluntad debe escribirse entrecomillada o con un signo de interrogación entre paréntesis al final del juicio de valor. Esa «Plataforma» no sólo ha desprestigiado a un gran centro médico cuyos doctores y empleados permanecen en sospechoso silencio, sino que ha fulminado sus objetivos, derrotándose a sí misma por la sectaria politización de sus acciones. La doctora Maestro se mueve por ahí, y la infección se ha extendido.
La doctora sin pacientes, o con muy pocos pacientes, o simplemente en busca de pacientes desorientados, ha dedicado su vida a la política de trinchera, que así les gusta definir a los revanchistas la acción política desvirtuada por el rencor y la demagogia. Me dicen que fue diputada de Izquierda Unida, y le envío desde aquí mi más afectuosa enhorabuena. Disculpó en su momento al GRAPO, y rehusó responder si condenaba a la ETA. Y en 2009, apoyó con entusiasmo a «Iniciativa Internacionalista», la coalición de partidos y bloques separatistas con vocación violenta que se presentó a las elecciones europeas. De aquella época son sus fotografías en los mítines junto a su amigo Arnaldo Otegui y demás desalmados de Bildustán. Esa actividad tan generosa a favor del mal le ha restado las horas de práctica hospitalaria y posterior estudio que se precisa para ejercer la Medicina con un mínimo de garantías para el paciente, y no creo caer en ningún tipo de calumnia, injuria, desprecio o duda de malintencionada interpretación si hago público que he ordenado a mi familia que, en el caso de padecer algún contratiempo en mi salud, prefiero ser analizado de urgencia por un veterinario que por la doctora Maestro. Al fin y al cabo, todos somos animales, unos racionales y otros irracionales, y un veterinario estudioso y al día de los avances de la ciencia es más de fiar que una doctora que se dedica a compartir con un etarra como Otegui sus esperanzas de futuro.
En el momento que escribo no se ha dado de baja de la Plataforma ningún médico de alto prestigio. Ni ayudantes técnicos sanitarios, ni enfermeros, ni técnicos hospitalarios. Ello significa que en el fondo y en la forma están de acuerdo con los que acompañaron con alaridos desde el exterior de un hospital el sufrimiento y su combate con la muerte de una paciente ingresada en ese mismo hospital. Cuando las mentiras estallan, poco a poco se va conociendo la verdad y el fin de los movimientos sociales programados desde la política y revestidos de acciones en beneficio de la sociedad. Decenas de médicos que forman parte de la Plataforma plataformada por la doctora con pocos pacientes, trabajan en la sanidad pública por las mañanas y en la privada por las tardes, y me parece muy bien que lo hagan porque la vida no está para renunciar a nada. Pero el accidente de Cristina Cifuentes ha servido para poner las cosas en su sitio y las vergüenzas o desvergüenzas en el suyo.
Un movimiento liderado por quien levanta el puño en compañía de Arnaldo Otegui no puede ser considerado profesional, reivindicativo, serio y con porvenir. Se trata de una farsa desmontada por un ataque colectivo de perversidad.
No me lleven jamás a esa doctora.
✕
Accede a tu cuenta para comentar