
Julián Redondo
Doctorado exprés

Salió del fútbol por la gatera, aburrido, desilusionado quizás, entre encorajinado y desolado por su respuesta a los insultos de Materazzi. Prevalece su clase; legendario el gol de la Novena; pero le persigue un cabezazo. Después de ganarlo todo, dejó de divertirse en la selección y en el equipo; también las lesiones le acosaban. Saturado, optó por no continuar y lo planteó en el Real Madrid. Renunció a una temporada y a una ficha galáctica. Le ofrecieron seguir de lo que quisiera. Esa indecisión suya no se entendió; nadie dudó de su elegancia, de su apresto, pero sí de su inteligencia en la encrucijada. Al cabo, regresó consejero. Luego, un año de prácticas con Ancelotti; dieciocho meses de reválida en el Castilla, hasta el 4 de enero de 2016, cuando aceptó sustituir a Rafa Benítez.
Desde hace tres meses entrena al Madrid y en tan corto espacio de tiempo el becario de la Décima afronta el examen final. La situación es delicada. No importa la clasificación, perdida la Liga como está; no exige sacrificios rotatorios el compromiso con el Wolfsburgo; todo sea por el Barça, el desafío. Asoma la rivalidad, eterna y en ocasiones pura enemistad. Dejan huella estos partidos. Un ejemplo: con la inestimable ayuda de Mourinho, a Casillas le apearon del santoral madridista.
A Zidane este Clásico puede proporcionarle el doctorado exprés, un cate traumático o el albur de lo que depare el destino en Liga de Campeones. La derrota le condena y le hurta la red hasta las decisiones de junio. El test sería definitivo si en el horizonte no asomara una segunda baza: la Undécima. Suspender en el Camp Nou y no conquistar «el trofeo» le acercaría a la cola del paro, en esta ocasión contra su voluntad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar