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El contubernio de Murcia

La Razón
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Cuenta Enrique Vila-Matas que oyó a una mujer en la barra del bar que hay debajo de su casa decirle a su probable marido con voz de cazalla: «¡Ánimo, lo mejor ha pasado!». No parece descabellado imaginar que ése sería en poco tiempo el comentario general de los españoles si se cumplieran los planes del rojerío en el contubernio de Murcia para echar entre todos a los populares, como si fueran apestados, y hacerse ellos con el poder. Esta alianza cebollera, patatera y pimentonera de socialistas, podemitas, comunistas y los últimos restos de UPyD para impedir que siga gobernando el PP recuerda al malhadado «pacto del Tinell» del pobre Pasqual Maragall, Joan Saura y Carod Rovira, de tan funestas consecuencias para Cataluña y a otros frentes populares más antiguos y de no menos triste memoria. Menos mal que los Ciudadanos de Albert Rivera se han quedado fuera, inteligentemente, en el último minuto. Según el diccionario de la RAE, contubernio, del latín «contubernium», significa «cohabitación ilícita» y, en la siguiente acepción, «alianza o liga vituperable». Algo obsceno. O sea, que lo de Murcia, no me lo negarán, es un contubernio en toda regla, mucho más que aquel famoso «contubernio de Múnich» que tanto molestó a Franco. Lo de Murcia es una cohabitación políticamente ilícita, o, lo que es lo mismo, una alianza o liga vituperable. Los firmantes, estrechando sus manos, desprecian la inteligencia y la dignidad de los electores y muestran sus planes. Renuncian al pluralismo. Se rasgan las vestiduras como los fariseos. Se erigen falsamente en modelos puros e incontaminados. Lo que presentan como voluntad regeneradora más parece emponzoñadora, disgregadora y discriminadora. ¿Pero quiénes son ellos para firmar salvoconductos de limpieza de sangre? Una izquierda descompuesta, hecha pedazos, que ha perdido hace tiempo su identidad y que bracea en la corrupción y en las contradicciones, quiere salvarse recurriendo al cervecero y aguardentoso grito futbolero de «¡A por ellos, oé, oé, a por ellos, oé, oé, oé!». Es todo lo que se les ocurre. ¡Pues vaya regeneración! La ventaja es que desde ahora los electores ya saben con quién se juegan literalmente los cuartos. Justo cuando los ciudadanos exigen pactos y unir fuerzas, a los políticos, politólogos y politicastros de la izquierda caduca sólo se les ocurre volver al frentismo y a la confrontación firmando antipactos. Habrá que recordarles lo que escribió Nietsche: «Se paga caro llegar al poder: el poder vuelve estúpidas a las personas». Y el ansia de poder a toda costa, más, como se ve. Si se extiende a toda España, lo del contubernio de Murcia, como es de suponer, nos acordaremos todos de la mujer del bar de Barcelona: «¡Ánimo, lo mejor ha pasado!».