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Toni Bolaño
El Gobierno del «pinyol»
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Algunos lo hacen hasta tres. Primera, Artur Mas sufre un severo varapalo en las elecciones. No dimite ni asume ninguna responsabilidad política. Personal, tampoco. Segunda, desde la debilidad se empecina en el error y pacta con ERC un Gobierno que rezuma debilidad con tal de no dar su brazo a torcer. Tercera, le otorga todo el poder en el nuevo Ejecutivo al autor intelectual de la derrota electoral: Francesc Homs.
La fragilidad de Mas en la configuración de su nuevo Gobierno ha sido evidente. Se ha conocido apenas unas horas antes de la toma de posesión. Las negociaciones han sido arduas y han acabado con la victoria del núcleo duro de Convergencia, el «pinyol». Artur Mas no ha impuesto sus criterios. Le han venido dados. Está atado de pies y manos.
Homs tendrá todo el poder en la Conselleria de Presidencia. Será el portavoz, controlará al Gobierno, será el cordón umbilical con el grupo parlamentario, tendrá las competencias de Exteriores y llevará la batuta de las negociaciones con ERC. Como decíamos hace unos días en esta misma columna, conseller en cap no, pero casi. En el Parlament, el grupo parlamentario estará en manos del secretario general, Oriol Pujol, otro miembro del «pinyol». Tendrá las manos libres para hacer y deshacer a su antojo ante ERC y la oposición. Unió no le hará sombra porque los tres principales espadas de Duran estarán en el Govern. En el Parlament han quedado en paños menores. Es la cruz de la negociación.
El principal rival de Homs en Palau, el secretario del Govern, Germà Gordó, ha salido fagocitado hacia Justicia. No podrá hacer ni tan siquiera la ansiada piedra filosofal de la legislatura, la Ley de Consultas, que queda en manos del único contrapoder real al «pinyol», la vicepresidenta democristiana Joana Ortega. Sus codazos marcarán la temperatura de relaciones entre Unió y Convergència. En la primera foto de familia, Ortega se ha situado a la derecha de Mas. Homs a la izquierda. Primer «round» para Ortega que practica «kick boxing». Todo un aviso a navegantes.
El líder democristiano, Josep Antoni Duran Lleida, ha hecho valer su cuota de poder en el seno de la coalición nacionalista. Ha conseguido evitar el tsunami del «pinyol» y ha aceptado un regalo envenenado, la Conselleria de Interior, que queda en manos de Ramón Espadaler, hombre de su confianza y presidente del consejo nacional democristiano. Ésta es la cara de su negociación.
El «pinyol» ha eliminado a los moderados. Lluís Recoder y Josep Lluís Cleries se han quedado fuera. El primero, porque da un paso atrás, seguramente para coger impulso. Se queda al pairo, a verlas venir. El segundo, porque le había puesto «las peras a cuarto» a los republicanos. Su marcha quita de en medio a quien ha pisado los callos a los republicanos. El tercero de este grupo, Andreu Mas Colell, el todopoderoso consejero de Economía al que Mas quería promocionar, seguirá gestionando la miseria y los recortes. No tendrá más poder y seguro que sí más problemas.
Sólo un contratiempo para los triunfadores. Felip Puig, que seguirá en el Ejecutivo al frente de la Consejería de Empresa. Puig no es del núcleo duro, tiene perfil propio y su peso específico en el partido. Además, su nombramiento ha sido bien recibido por empresarios e, incluso, por sindicatos. Ambos esperan un impulso a una consejería –fundamental en estos tiempos– que dormía el sueño de los justos. Es el Gobierno del «pinyol». Son los que mandan. ¿Mas? No tanto.
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