
Iñaki Zaragüeta
El juez se estrella

Ni en beneficio de la Justicia, ni servicio a la sociedad, ni interés por la objetividad. Ninguno de esos objetivos admirables parece haber movido al juez Javier Gómez Bermúdez en su batalla por «apropiarse» de la instrucción del «caso Bárcenas». Al menos esa es la impresión que ha dado por el modo de comportarse. Para mayor escarnio, su conducta ha obtenido nulos frutos. Sus intentos desesperados por arrogarse el estrellato mediático han terminado en «estrellazo» con la decisión de la sala de lo Penal que cortó las alas del citado magistrado, amparó la tesis de la Fiscalía y ratificó a Pablo Ruz como instructor de la causa.
El fallo tiene más defensores que detractores, muchos más, porque Gómez Bermúdez con su proceder ha demostrado un interés desorbitado como para inducir a la sospecha sobre algún avieso interés. Una vehemencia tan desmesurada que, en opinión de mi amigo Rogelio, da la impresión de perseguir más a los protagonistas, el Partido Popular a través de su extesorero, que arbitrar el meollo del asunto. O tanto uno como otro.
No lo afirmo, pero es la impresión que su señoría ha trasladado y, por tanto, a vuela pluma le incapacita para impartir Justicia. Como alguien dijo, «un vencido no tiene justicia si lo juzga el vencedor». Una vez más, el escenario ha dado una imagen deplorable desde el inicio, desde que Izquierda Unida presentó la denuncia a Gómez Bermúdez hasta quienes han defendido la competencia de éste para instruir el proceso.
Lo mejor de todo esto, la decisión de la Sala es inapelable y, esta vez, la sensatez se ha impuesto. Algo es algo. Así es la vida.
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