José Antonio Álvarez Gundín

El petróleo de Canarias

Canarias corre peligro. Si Pilar Bardem y Gaspar Llamazares han acudido en su auxilio, hay que ponerse en lo peor. Esta vez han corrido a sujetar una pancarta con el lema en inglés: «Savecanarias». En vez de ballenas, salvar canarios. ¿De qué debemos proteger a las islas? ¿Del paro que golpea al 76% de sus jóvenes? No. ¿De su pavoroso fracaso escolar o de una renta decreciente? Tampoco. Quieren salvar a Canarias de su propia riqueza, inmunizarla contra los miles de millones de euros en petróleo y gas que atesoran sus aguas. Cualquier otra comunidad mataría por unos yacimientos que crearán empleo, activarán la economía y reducirán la dependencia energética. Pero Paulino Rivero, el Artur Mas local, los ha rechazado rodeándose de la izquierda más casposa, incluido un PSOE extraviado e infeliz.

Canarias se juega mucho en el envite y lo razonable es abrir un debate serio de si conviene o no extraer las importantes reservas de hidrocarburos halladas en su jurisdicción. Lo inaceptable es la manipulación partidista de los datos y la puesta en marcha de una campaña internacional que daña a toda España. Si el señor Rivero se opone a la explotación de esas riquezas, tiene que dar algunas explicaciones. Por ejemplo, tendrá que persuadir al resto de los españoles de que sigan financiando, mediante un incremento del 6% del recibo de la luz (1.200 millones de euros al año), la energía eléctrica de los hogares y las empresas canarias. También deberá convencer a Hacienda para que mantenga en las islas los beneficios fiscales a las gasolinas, más baratas que en la Península. Y no será menos necesario que justifique por qué Canarias debe recibir cada año el doble (3.700 millones de euros) de lo que aporta a la caja común. Quien repudia inversiones por 5.000 millones de euros y renuncia a una gran industria ha de estar muy seguro de que le cuadran las cuentas y de que no vivirá a costa de los demás. Pero como no es así y Canarias necesita ese oro negro más que nunca, lo responsable es establecer con Repsol las máximas garantías de seguridad, de modo que las aguas, las playas y el turismo no corran peligro alguno. Noruega es el paradigma de cómo el petróleo convirtió a un país modesto de arenques y bacalao en una de las economías más prósperas del mundo. Tiene más de 30 plataformas y 600 instalaciones petrolíferas diseminadas por sus costas funcionando a pleno rendimiento y con todas las garantías medioambientales. ¿Por qué no aplicar el modelo noruego en Canarias? Existe la tecnología necesaria, la legislación adecuada y la seguridad jurídica de un Estado de Derecho. Tal vez Rivero y sus pancarteros prefieran que sea Marruecos el que se adelante a explotar sus yacimientos en la misma zona.