Julián Cabrera

Ellas

La Razón
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Loyola de Palacio... Luisa Fernanda Rudi... Pilar del Castillo... Elvira Rodríguez... Esperanza Aguirre... Rita Barbera... Celia Villalobos... Ana Palacio... Margarita Mariscal... Ana Botella... Isabel Tocino...Teofila Martínez. Mujeres de la órbita del PP que ejercieron responsabilidades públicas de gobierno –dejando a un lado a las actuales– y que de manera especialmente inmisericorde recibieron mandobles hasta en el cielo de la boca por parte de la izquierda, de alguna prensa y en redes sociales. No siempre los métodos fueron exquisitamente escrupulosos en la voracidad de las críticas a la hora de no incurrir en eso que llaman sexismo, palabra que prometo no repetir. Y es que, la legítima defensa de la igualdad entre hombres y mujeres no suele corresponderse con una transversalidad que debiera ser ajena a la pertenencia a una u otra ideología o parido político. Es la recurrente obstinación de nuestra progresia por acaparar el marchamo y exclusividad en la lucha contra la desigualdad de género. Las distintas varas de medir son más que evidentes viendo episodios desafortunados como aquella alusión del portavoz popular Rafael Hernando a la condición de Irene Montero como pareja de Pablo Iglesias y el consiguiente revuelo político en contraste con otros –estos sí– claramente deleznables, como los insultos y amenazas sufridos por Inés Arrimadas o más recientemente por la diputada popular Alicia Sánchez Camacho en Twitter. No hay más que hacer un repaso visual por el hemiciclo del congreso entre las diputadas de los distintos grupos, para colegir cuando se produce algún incidente o polémica de este calado, que la unanimidad entre ellas brilla por su ausencia. No dedicare una sola linea a polémicas de «portavozas» que han ruborizado a no pocas mujeres, pero tal vez convenga recordar que, si existe un problema que debiera estar exento de demagogias de primero de la ESO, ese es el de la discriminacion de género. Rechazar por ejemplo la candidatura de Luis de Guindos al BCE porque supone un «desprecio a la mujeres» como ha hecho el PSOE, tal vez lo que acaba suponiendo es un desprecio al propio proceso de primarias donde en toda lógica a nadie se le pasó por la cabeza establecer entre candidatos y candidata a la secretaria general discriminacion positiva alguna. El problema de la desigualdad entre sexos se refleja en la no equiparación de sueldos, en la ausencia de mismas oportunidades y en un amplio elenco de anomalías históricas por combatir entre todos y todas, pero que en nada se corresponde con el desenfoque de «los» y «las» profetas-talibanes de lo que consideran políticamente correcto. En la defensa de sus derechos, ellas merecen mejores abogadas.