Luis Alejandre

Erasmus contra yihad

La Razón
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Suspendo momentáneamente las referencias a los veraneos que «disfrutan» muchos de los miembros de las Fuerzas Armadas en el Cuerno de Africa, en Afganistán, Irak , Líbano, Turquía, Mali o República Centroafricana, para insistir en un tema –la yihad– que nos amenaza gravemente, sin que parte de nuestra sociedad sea consciente de ello y queme energías en temas que nos separan en lugar de cohesionarnos.

Dos acontecimientos recientes pretenden dar soluciones a corto plazo. El mas importante, el giro dado por Turquía –con indiscutible presión norteamericana– en la lucha de la Coalición Internacional contra el DAESH, muy relacionado con las victorias del renovado ejército iraquí en el norte de su país que aventuran una fase de estabilización en la ofensiva yihadista. El otro acontecimiento vino de la mano de NNUU y se ha celebrado estos días en el Palacio de El Pardo. Se han unido fuerzas, se han contrastado experiencias, se ha sugerido incluso la formación de un Tribunal Internacional para someter a unos fanáticos a una justicia en este mundo, sin darles tiempo a esperar la que –creen-les aguarda en otro.

Seguí las tesis de Karen Armstrong referidas a la «ignorancia del Islam» esgrimida por el DAESH en sus actos públicos, para compararla con la «ignorancia del cristianismo» en la conducta de ciertos hombres públicos que han contribuido a agravar la crisis económica y sobre todo social y de confianza que hemos sufrido o que aun estamos sufriendo.

Y llegaba el pasado 25 de junio a una tercera reflexión –¿Reformar el Islam?– como posible solución. Me había impresionado el testimonio de Ayaan Hirsi Ali, una mujer nacida en Somalia, educada en la mas rígida ortodoxia del Islam y que un día, huyendo de un matrimonio concertado sin su consentimiento, llegó a la Universidad holandesa de Leiden. Allí, como dice: «Me pareció pasmoso y desalentador descubrir que uno de los principales logros de Occidente –la aplicación del pensamiento crítico a todos los sistemas de creencias– no era aplicable a la fe en la que yo había crecido» y apoyada en Weber insistía en que «la liberación de la conciencia individual de las autoridades jerárquicas y sacerdotales creó un espacio para el pensamiento crítico en todos los campos de la actividad humana».

Pensé claramente en el trascendental papel de la Universidad de Leiden y lo relacioné con el que desarrollan cientos de universidades. Centrado en Europa pensé en la enorme influencia que para nuestro futuro tiene y tendrá aquella iniciativa europea nacida en 1987 llamada ERASMUS el apócrifo de European Community Action Scheme for the Mobility of University Students, que hoy, con distintos nombres y programas integra a 2.200 instituciones de 31 países y beneficia a miles de estudiantes, nuestro indiscutible futuro.

Ya Jacques Delors y nuestro Manuel Marín soñaban en «mejorar la calidad y fortalecer la dimensión europea de la enseñanza superior fomentando la cooperación transnacional entre universidades, estimulando la movilidad, mejorando la transparencia y el pleno reconocimiento académico de los estudios y cualificaciones universitarias».

Turquía y Suiza se unieron al proyecto desde el principio. Hoy el modelo se está implantando en América. La UE dedica el 1,3% de su presupuesto al programa y hay quienes reclaman llegar al 3% , convencidos de la importancia de crear un verdadero espacio educativo como base de cohesión de una Europa que necesita seguir consolidándose.

Lo reconoció el jurado del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2004, «por ser uno de los programas de intercambio cultural mas importante de la historia de la Humanidad». Fenómeno no solo cultural sino social desborda el mundo universitario. Una película francesa, «L’Auberge espagnole», ya recoge este mundo estudiantil, que reitera otra argentina, «Piso compartido», que relata las vivencias de seis estudiantes en Barcelona. Otra española, «Aquel año Erasmus», recoge el testimonio de un estudiante vasco en Bruselas.

El lector ya intuye por dónde van los tiros. Estoy casi seguro que la iniciativa ya ha sido adelantada por colectivos responsables y debe estar mas que estudiada por alguna Comisión del Parlamento Europeo. Pero no es malo reiterar e insistir. Porque si a corto plazo el aumento del cerco al DAESH propiciado por el compromiso de Turquía, o si Naciones Unidas se toma en serio la lucha contra el terrorismo yihadista, a medio y largo plazo hay que construir una nueva sociedad. Y esta nueva sociedad deben ganársela las nuevas generaciones. Y estas nuevas generaciones deben hacer del conocimiento –nada mejor que la Universidad para ello– su razón de ser. Porque del conocimiento sale el respeto, «el ponerse en la piel del otro». Y del respeto, nace la libertad.

Cuando cientos, miles, de estudiantes europeos estudien con becas Erasmus en universidades musulmanas; cuando cientos, miles, de estudiantes musulmanes estudien con becas Erasmus en universidades occidentales, habremos puesto los cimientos de un mundo mejor, en el que los fanáticos peces del DAESH no encontrarán siquiera el agua que necesitan para respirar.