Lenguaje

Escucharnos

La Razón
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Nos cuesta escuchar. Queremos hablar, queremos contar, demostrar lo mucho que sabemos, lo mucho que hemos vivido y sufrido, la interesante opinión que tenemos de cualquier cosa. Nos estamos haciendo vanidosos y sordos. Las nuevas tecnologías y las ciudades, con tanto estímulo, tanto ruido y furia, no favorecen la escucha. Ahora con el verano ya es jauría. Los automóviles con las ventanas bajadas y la música a todo volumen, las motos chuleando, las terrazas de los bares como coros de grillos, los parques y plazas con niños que parecen llevar megafonía. Todos gritando para ser escuchados. Hablando de nada. Nos estamos quedando física y espiritualmente sordos. No nos interesa escuchar por dentro, ni a nosotros ni al otro. Los neurólogos nos dicen que el cerebro gasta menos energía en observar el mundo que en experimentar e imaginar; si hablamos todo el rato, no puede hacerlo. Si hablamos tanto, no podemos observar. Pero tampoco experimentar. Porque estamos fuera de nosotros mismos. En el fondo, esta desatención mayúscula, en todas las edades, viene de una profunda sensación de soledad y desamor. Es un grito de socorro, un estoy aquí, necesito tu acuerdo, tu admiración, tu incondicionalidad. Escúchame y hazme sentir importante, adorado, inteligente. Es una perturbación social. El error de creer, nos lo enseñan desde niños, que nos querrán más cuanto más reconocidos seamos. Y que si los otros te quieren tú te querrás y serás más feliz. Pero sin escucha, sin posibilidad de observar e imaginar, es difícil la comunicación, el pacto, el aprendizaje. Ese aprender que amarse y amar es lo mismo. Y que quizá estamos aquí para eso, para lograr ese tan complicado como hermoso propósito.