Alfonso Merlos
Examen de conciencia
¿Resulta descorazonador para los españoles certificar hasta qué extremo se extiende la corrupción política y empresarial? Sí y no. Sí, porque día tras día tenemos los indicios sólidos de la que ha sido una superposición de tramas en las que nuestros representantes no comparecen por haber errado en su gestión, sino por haber mangoneado. Y no, porque resulta más bien alentador asistir al funcionamiento de la justicia: la investigación de sospechosos, la detención e imputación, su eventual procesamiento y comparecencia para, si toca, ser condenados.
Está aflorando la porquería a borbotones. Con la certeza además de que donde hay corrompidos hay corruptores. Donde hay dirigentes que se han manchado los bolsillos al llenárselos ilegalmente, hay emprendedores que han confundido su papel noble para hacer negocio dedicándose a untar a laAdministración. Y esto tampoco tiene ni medio pase: la importación de la mordida desde latitudes sicilianas es un fracaso en el funcionamiento de relevantes instituciones del Estado.
Llegarán otras redadas, porque toda persecución del delito a gran escala es secuencial y progresiva. Pero entretanto es decisivo que los ciudadanos de infantería hagamos examen de conciencia. ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha fallado? ¿Cómo ayudar desde abajo hacia arriba a sanear la vida pública sin picar en el anzuelo del populismo? ¿De qué forma intentar que las élites emprendan un proceso relámpago de regeneración –por la vía de los hechos contundentes, no de las palabras huecas– antes de que sea tarde?
Ya el fabulista Esopo estableció en la vieja Grecia que colgamos a los ladrones de poca monta, pero a los grandes ladrones los elegimos para cargos públicos. Pues bien, o terminamos democráticamente con ellos o ellos liquidarán la democracia después de parasitarla. ¿Se entiende?
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