Alfonso Ussía

Hartazgo dominico

La Razón
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Caleruega es un pequeño pueblo de la provincia de Burgos, localizado entre los Arauzos, Peñaranda y Aranda de Duero. Es la cuna de Santo Domingo de Guzmán y en 1266, por orden de Alfonso X El Sabio, se construyó el convento de los dominicos. Hoy, viven, rezan y trabajan entre sus muros doce monjas Dominicas, una de ellas novicia. Las Dominicas de Caleruega se sienten escandalizadas y hartas de su presunta hermana de hábito Lucía Caram, la monja coñazo argentina, presidenta de la Fundación Tous, y asidua a los programas y espacios más infectados de las cadenas de televisión.

Meses atrás, en una audiencia de Su Santidad, éste le animó a seguir «animando el patio», según palabras de la presumible monja. Ya se sabe. En todo argentino, por aquello de la verborrea fácil y segura, siempre puede surgir un eventual Valdano con capacidad inigualable de meter la pata. Las monjitas de Caleruega no comparten el sentido del humor de Su Santidad y espantadas por el espectáculo degradante que ofreció la señorita Lucía Caram –mejor denominarla así–, recientemente en un programa de televisión , han publicado un comunicado de hartazgo dominico. «Con inmenso dolor nos vemos en la necesidad de pronunciarnos sobre el escandaloso programa emitido este domingo en una cadena televisiva y protagonizado por una “hermana” nuestra de hábito, aunque tal y como se demostró, ni siquiera comparte nuestro Credo. Condenamos y rechazamos las palabras y el pésimo ejemplo de sor Lucía Caram, de las cuales, nosotras, monjas Dominicas de la Casa de Domingo de Guzmán, somos las primeras perjudicadas». Después de manifestarse «espantadas por el espectáculo degradante y humillante» de la señorita Caram, muestran las monjitas su frágil inocencia: «Sus superiores estarán al tanto de todo esto, y son ellos quienes deben tomar las medidas oportunas en conciencia con el encargo que Dios les ha dado y el deber de la corrección hacia quienes están engañados. A nosotras nos corresponde orar». La buena intención y la ingenuidad de las monjas de Caleruega no encaja con el escándalo. Ni su superiora en Cataluña, ni su Obispo, ni su compatriota en la Silla de Pedro, han hecho nada para sancionar a esta gamberra con hábito.

La señorita Caram no es libre mientras mantenga el hábito de una orden con ocho siglos de existencia sobre su cuerpo. Lo será cuando lo cuelgue, que ya va siendo hora. No por un acto voluntario, sino por una expulsión inmediata decretada por sus superiores. La Iglesia de verdad es la que renuncia a toda riqueza y ostentación y se encierra en la oración y el espíritu. Cuando la señorita Caram renuncie o sea obligada a renunciar a su hábito, será libre de hacer el payaso o la payasa allá donde guste, le paguen y se la rifen. Pero no disfrazada de monja, que en el caso de la señorita Caram, es sólo eso, un disfraz para ahondar en el daño y la perversión.

Una religiosa no puede dividir, ni escandalizar, ni remover el odio y la ira, ni desacreditar, ni menospreciar, ni insultar, ni blasfemar. Y esta señorita con hábito divide, escandaliza, desacredita, menosprecia, odia, insulta y blasfema. Para colmo, ha tomado partido en el proceso de separar a Cataluña del resto de España, y algún obispo separatista ampara y protege sus andanzas y palabras. Le enfurece la eclosión de Tabarnia, y ello resulta reconfortante y divertido.

Esta señorita está obligada moral y espiritualmente a acudir a su convento. Reparar en la percha de su celda. Colgar de ella el hábito sagrado. Solicitar un taxi o reclamar un coche de la Fundación Tous, y desaparecer para siempre del entorno de la Iglesia. Con Pilar Rahola y la esposa de Mas se lo pasará estupendamente, y será dueña de sí misma para seguir vomitando sus odios y sus inquinas. Así sea.