Ángela Vallvey

Hispanidad

La Razón
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Excepto mi perro y yo, creo que nadie espera oír a un prócer del Estado hablar en plan San Isidoro diciendo cosas tales como las que el santo varón dejó escritas en su «Historia de los godos, de los suevos y de los vándalos». Si saliese de pronto una lumbrera con escaño declarando en una tertulia, verbigracia, que «España es la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India, tierra bendita y siempre feliz en sus príncipes, amén de madre de muchos pueblos», probablemente colapsaría el sistema de TDT y a esta que lo es le daría un jamacuco que no curaría ni la Seguridad Social marroquí. Pero no vamos a pedirles a sus señorías que den a entender que son españolazas lanzando algún tímido piropo a «estepaís» con motivo del Día de la Hispanidad: no se le puede exigir tanto al personal asalariado que el pueblo llano mantiene con la posadera sobre peana calentita. Como mucho, hay que esperar de ellos que disimulen, como si acabaran de nacionalizarse indígenas amazónicos o tuvieran la tortícolis tradicional del 12 de octubre. Anoche soñé que el mandado de un partido en crisis publicaba en prensa un artículo –de esos que ordena escribir el Comité Ejecutivo a sus esbirros-becarios, que luego perpetran los negros camuflados de asesores–, y que salió lo que sigue (¡perdón, San Isidoro!): «España, eres con pleno derecho la reina de todas las provincias (sí, en realidad “estepaís” ya va camino de ser una provincia, y no del Imperio romano, precisamente), pues de ti reciben la luz Oriente y Occidente (por eso la factura es cada mes más cara). Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, la porción más ilustre del globo (por lo menos, del globo sonda que mensualmente manda Bruselas para vigilar el déficit). En tu suelo campea alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo (aunque fuere en forma de hombres de negro). Eres, ¡oh, España!, rica de hombres y de piedras preciosas y púrpura, abundante en gobernadores y hombres de Estado (sí, de eso nunca nos faltará); tan opulenta en la educación de los príncipes (...¿que no quedan recursos ni energías para emplearlos en la pública?) como bienhadada en producirlos (ser príncipe aquí siempre mola más que ser jefe de la república independiente de tu casa alquilada)».

Sí. ¡Oh, Spanien! Un milagro que sigas viva.