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La impunidad de la morralla

La Razón
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«Las redes sociales dan derecho a expresarse a millones de idiotas que antes sólo hablaban en el bar después de beber un vaso de vino pero sin dañar a la comunidad. Twitter acaba promoviendo a los tontos del pueblo». La cita del siempre clarividente Umberto Eco aún pareciendo exageradamente corrosiva podría hasta quedarse corta a tenor del discurrir del uso de las redes hacia un verdadero y auténtico estercolero trufado de impunidad y a pesar de que también el filósofo italiano le reconocía a Twitter no pocos elementos positivos sobre todo a la hora de evidenciar hechos como las violaciones de derechos humanos. Hay quien sostiene incluso que los infiernos de exterminio nazi en campos de concentración ni siquiera habrían prosperado de haber existido Twitter.

Reconozco mi ingenuidad al no poder dar crédito, cuando tan solo hace unas horas escuchando las múltiples declaraciones de reconocimiento a la figura de la fallecida Carme Chacón y las unánimes condolencias a su familia, alguien me mostraba el tweet de la CUP –porque la rama o corriente juvenil Arran también es la CUP– en el que se leía «se va otra criminal, sin pagar por los bombardeos en Libia, desahucios express... no hay justicia para el pueblo». En esa misma ingenuidad albergué la esperanza de que algo así tenía que ser eliminado antes de que comenzaran a hacerse eco de tan pútrida deposición los medios informativos, pero nada más lejos de la realidad, el mensaje era retuiteado por otras cuentas oficiales de la organización, Arran de Sants, de Sallent, de Poblenou, de Sabadell...

La CUP, organización que ni siquiera alcanza el diez por ciento de los apoyos electorales en Cataluña lleva demasiado tiempo disfrutando del dudoso honor de tener secuestrada dese 2015 la voluntad de los catalanes. Su condición de muleta del gobierno de Puigdemont a cuenta de mantener viva la llama de la quimera independentista se ha alargado mucho más allá de lo que sugiere un mínimo sentido común y su toxicidad en la vida política es solo proporcional a su contrastado currículum a la hora de llevar a cabo su particular uso de unas redes sociales en las que campa a sus anchas, ya sea para insultar la memoria de Ernest lluch en el 16 aniversario de su asesinato a cargo de ETA, para llamar a una movilización contra los recortes distribuyendo imágenes de un abofeteo al conseller de sanidad o incendiando las fiestas de Badalona con apología del terrorismo etarra en su «Gora Dimoni-ETA».

Resoluciones judiciales como la del caso Cassandra –con independencia de su proporcionalidad– demuestran que la impunidad en las redes no es tal cuando se trata de personas físicas, pero esa disposición no puede decaer ante quienes en ocasiones se escudan tras las siglas de una organización. Lo del miserable Tweet el día del adiós a Carme llama la atención no sobre los «tontos del pueblo» a los que aludía Eco, sino sobre una morralla convencida de que puede actuar a sus anchas si no se pone pie en pared. Y ya se está tardando.