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La Legión, la cabra y Cataluña

La Razón
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Desde hace años, en el imaginario separatista catalán, se ha instalado el deseo de ver la cabra de la Legión española desfilando por la Diagonal de Barcelona, como un exorcismo que les libere de una pesadilla permanente en la que viven desde 1939, una idea icónica que despierta su libido durante sus sueños húmedos, y del que hacen mofa y befa ante tal estrafalaria visión, desde su habitual sentimiento de superioridad moral que detentan los dueños de la corrección política del «buen catalán».

La cabra legionaria, como metáfora de un ejército extranjero e invasor, que blanden los separatistas para justificar su decrépita ideología de confrontación entre catalanes, y que han propalado ante la supuesta e imaginada barbarie de conquista representada en el macho alfa español. El chivo que desfila como los franquistas al fin de la guerra incivil y que recrea la derrota del espíritu democrático de unos catalanes que sólo proponían ejercer el universal derecho de votar, el llamado «dret a decidir». «Will-o’-the-wisp».

Pero hablando de Legión, siempre es bueno recordar y hacer memoria de la génesis de esta fuerza militar, y que fueron catalanes la base de los legionarios hispanos. En septiembre de 1920 se abrió en Barcelona un «Banderín de Enganche» y en sólo tres días de apertura más de 200 voluntarios se alistaron para combatir en África. Sobre ellos dijo Millán Astray: «Y vino el alud de Barcelona, los doscientos catalanes, la primera esencia de la Legión, que bajaron arrasándolo todo y sembrando el pánico por el camino. Era la espuma, la flor y nata de los aventureros. Era el agua pura que brotaba del manantial legionario. ¡Bienvenidos, catalanes legionarios; vosotros seréis la base sobre la que se construirá la Legión!». Los primeros voluntarios fueron Francesc Esteva, Sebastià Villa, Manuel Salvador, Ramon Vidal y Francesc Montserrat. Incluso el propio Millán detenta un apellido de origen catalano-aragonés (recordar que su hermana Pilar fue una reconocida escritora en catalán, con obras estrenadas en Barcelona en 1930, como «La reina dels Pernils»).

Catalanes o descendientes de ellos fueron héroes legionarios como Rafael Valenzuela (conocido como «el héroe de la legión»), Rafael Montero Bosch, Tomás Pallàs Sierra (fundador de la «Brigada Paracaidista»), Felip de Camps, Rafael Martínez-Anido i Baldrich, Llorenç Camps i Puigredón, Joan Vicente i Cardona, Joan Amorós i Soria, Ernest Miralles i Borràs (defensor del «Blocao Dar Hamed»), Francesc Pagès i Millet o incluso Rafael de la Rosa y José Manuel Lara.

Anécdotas como que el barcelonés Alfredo Mayo protagonizase la película «A mí la legión», o que el compositor de la canción «El novio de la muerte» fuese el catalán Joan Costa Casals refuerzan la idea de la especial relación de la legión con Cataluña. Incluso el legionario Franco tuvo un hermano, Ramón Franco Bahamonde, que fue diputado por ERC junto a su amigo Lluís Companys.

Por suerte para los separatistas, la cabra no hará su paseo marcial por Barcelona, pero el símbolo de los independentistas, el burro, lleva mucho tiempo desfilando desde la Diagonal hasta la plaça de Sant Jaume.