Alfonso Ussía
La primera combatiente
El Servicio de Documentación del desaparecido «Informaciones» de la calle de San Roque lo dirigía Guillermo Medina, periodista cambiante, inteligente y receloso. Buenos y talentudos personajes se movían en la redacción. José Luis Martín Prieto, José Rodríguez Alfaro, Joaquín Giménez- Arnau, Víctor de la Serna Arenillas, Emilia Ors, Maria Antonia Iglesias, y el arriba firmante entre otros, que era el más niño del grupo. Ingresó un apacible novato, y Medina le encomendó una complicada tarea. Doña Carmen Polo de Franco acudía a orar ante la Virgen de Atocha y se publicaría una breve reseña. El novato se puso a ello. «Doña Carmen Polo de Franco ante la Virgen de Atocha», tituló. Guillermo Medina le afeó su exceso de confianza. «Hay que anteponer “excelentísima señora”, muchacho». Y el muchacho obedeció con rumbo errado, y se publicó su reseña con este chocante titular: «Doña Carmen Polo de Franco ante la Excelentísima Señora Virgen de Atocha».
Lo desconocía hasta que leí la prodigiosa novela de Mario Vargas Llosa «La Fiesta del Chivo», en la que narra las últimas horas del dictador dominicano Trujillo, la conspiración para asesinarlo, las consecuencias posteriores y las terribles venganzas que llegaron después. Héroes y cobardes. Me asombró la cursilería de la prensa oficial – la única que existía-, que estaba obligada a tratar a la mujer del dictador como «La Prestante Dama», y a su madre «La Excelsa Matrona». La mujer del dictador paraguayo Stroessner se hacía llamar «La Acrisolada Esposa», y refiriéndose a la hija del tirano y la «Acrisolada Esposa», un periódico de Asunción principió de esta guisa su comestible crónica:
«Más que una princesa, más que una ilusión, más que un sueño milagroso. Su manera de andar, de moverse, de saludar y sonreír a los invitados durante la celebración del Día Nacional, derritió a los hombres y maravilló a las mujeres. ¡Qué deliciosa criatura! ¡Qué dulce belleza! ¡Qué anhelado primor!». El redactor acertó plenamente. Una «Acrisolada Esposa» sólo puede ser la madre de un «Anhelado Primor».
La cursilería no es de derechas. La izquierda es muy cursi cuando se maneja desde el poder omnímodo. Así, la mujer de ese armario enfundado en un chándal y carcelero de las ideas adversas, la esposa de Nicolás Maduro, se ha adueñado del horario estelar de los domingos para lucirse en su programa de televisión. Doña Cilia Flores, que así se llama, tituló su espacio «Con Cilia en Familia», excesivamente ripioso, y su marido, el sutil grillero y torturador bolivariano, lo rebautizó como «La Primera Combatiente». Queda más revolucionario. Elena Ceaucescu, la gélida mujer del criminal rumano, se hacía llamar «Madre de Rumanía», cuando en realidad era sólo la madre de un hijoputa que se miccionaba sobre los blinis de caviar y obligaba posteriormente a los invitados a devorarlos con gusto y complacencia. A la «Madre de Rumanía» la pasaron por las armas sus «hijos soldados» sin un celemín de remordimiento.
«Cilia en Familia» o «La Primera Combatiente» ha emitido en su programa mensajes de gran altura y cimera preciosidad: «La familia es lo principal para la sociedad, para la revolución, para esta patria. Rescatando los valores familiares, el amor de los hijos hacia los padres, de los padres hacia los hijos, de los padres entre sí». Habría que preguntar a «Cilia en Familia» a qué padres y qué hijos se refiere, porque los tiene de diferentes sementales. Su hijo Carlos Erik Malpica es el Subtesorero de la Oficina Nacional del Tesoro, y otro hijo, Walter Gavidia es juez a dedo. ¿A qué padres entre sí se refiere? ¿A ella, la «primera combatiente» con Maduro, con Malpica o con Gavidia? Si todos viven en el Palacio de Miraflores, me temo que no caben.
Le deseo toda suerte de éxitos en la televisión a «La Primera Combatiente». Su mano beso y a sus pies me pongo y repongo.
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