Ángela Vallvey

Madrid, capital de Armenia

La Razón
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León V de Armenia fue coronado soberano en 1374 y, aunque su fuerza militar era escasa, luchó contra los mamelucos, soldados islamizados de origen –y quizás vocación– esclava, al servicio de distintos califas, que lo derrotaron rápido, lo capturaron y condenaron a prisión en El Cairo. Sus captores le ofrecieron la libertad a cambio de convertirse al islam y abjurar del cristianismo, pero él se negó en redondo incluso después de ver morir a su esposa entre rejas. Empleó su ánimo y porfía, dado que además le sobraba tiempo libre, en enviar mensajeros a las cortes europeas, pidiendo ayuda para pagar su rescate y consiguiente liberación. Los nobles cristianos siempre han tenido un acusado sentimiento de fraternidad, dado que llevan siglos casándose unos con otros. Un rey considera a los demás como hermanos. O por lo menos como primos (lo son).

Algunos contemporáneos respondieron a los ruegos de León. Entre los más generosos estaba Juan I de Castilla, rey según decía su título: «de Castilla, de León, de Portugal de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras y Señor de Lara, de Vizcaya y de Molina». Porque España, su carácter de melé, su ser y esencia, no se aprecian tanto en sus fueros y leyes, como en los títulos de los reyes y señores que la han gobernado, o mangoneado. León pudo pagar su rescate con ayuda de sus pares y volvió a tierras cristianas. Fue a visitar al papa Clemente VII, que le recibió encantado, pero no soltó ni un chavo. Con el rey castellano tuvo más suerte: le regaló el señorío de Madrid, Andújar y Villareal (Ciudad Real), con sus correspondientes rentas, y una dote vitalicia de ciento cincuenta mil maravedíes, que era por entonces algo más provechoso que tener hoy una SICAV.

Así fue como Madrid se convirtió en independiente. Su flamante rey celebró con tres días de castizas fiestas a la nueva capital de Armenia. No consta que los madrileños pusieran ninguna objeción: siempre les ha parecido bien ser capital de algo. Pero León V, acto seguido, se desentendió de los madrileños, que montaron en cólera y se hartaron de ser armenios. Juan I tuvo que prometerles que, en cuanto León muriese, Madrid volvería a ser villa castellana.

Moraleja 1: el simple ciudadano es un juguete de la historia, hasta que se le hinchan las narices.

Moraleja 2: no me sorprenderé si pronto aparece un movimiento de independentistas armenios en Madrid. (Incluso estoy pensando en votarles, oiga...).