Ely del Valle
Mala cosa
No me alegro, como ha hecho Cayo Lara, de que una Infanta esté imputada. Y no porque quiera que quien haya podido cometer un presunto delito de cooperación necesaria se vaya de rositas, que hasta ahí podíamos llegar, sino precisamente porque la decisión del juez significa que ha visto indicios suficientes como para pedirle explicaciones.
Vaya por delante que imputación no es sinónimo de acusación, pero es un paso peliagudo que sin duda va a ser utilizado por quienes, aprovechando que el Pisuerga últimamente pasa por Zarzuela y que el aniversario de la II República está a la vuelta de la esquina, ya se ven poniendo una pica en Flandes. Ya se sabe que aquí todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario... siempre y cuando sea de los nuestros, porque para los de enfrente no existe el beneficio constitucional de la duda, faltaría más.
El juez Castro considera, con buen criterio, creo, que la única manera de aclarar hasta dónde llega la implicación de la Infanta en este turbio asunto es que declare y en ese sentido, hace lo que tiene que hacer aunque no se entiende que haya tardado tanto. Pero también es verdad que podría haberla llamado como testigo, y sin embargo ha optado por la imputación, que es algo que, nos guste o no, supone un estigma.
Cristina de Borbón pasará a la Historia como el único miembro directo de una monarquía reinante al que un juez pide que declare en presencia de su abogado, y eso, acabe como acabe, sea culpable o inocente, colaboradora necesaria o víctima conyugal, como bien ha dicho Margallo, es una puñalada trapera a la imagen de un país, el nuestro, en un momento en el que en lo único que estamos fuertes es en debilidades.
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